por Sebastián Tapia
La tercer década del siglo XXI parece traernos una sorpresa cada vez que festejamos el Año Nuevo. El 2020 comenzó con el asesinato por parte de Estados Unidos del general iraní Quasem Soleimani y del líder de las Unidades de Movilización Popular de Irak, Abu Mahdi al-Muhandis, y la respuesta iraní a ese hecho. Por su parte, el 2021 nos trajo la “toma” del Capitolio estadounidense y con ella se hizo palpable la virtual destrucción del sistema político estadounidense. El 2022 no fue menos que sus antecesores y, en medio de la tensión en el este europeo entre la OTAN y Rusia, surgió una crisis en Kazajistán que sacudió a Asia Central por un par de semanas.
La crisis kazaja
El gobierno kazajo implementó a partir del 1ro de Enero su plan de liberalización del precio del gas, eliminando los subsidios estatales y el control del precio. Esto llevó a la duplicación del precio y por lo tanto, a genuinas protestas por parte de la población más pobre de la sociedad kazaja. Rápidamente las protestas, que comenzaron en la zona del Caspio, se propagaron por todo el país. Se conformaron asambleas en las principales ciudades que exigían el restablecimiento del control del precio del gas y algunas reformas políticas. En muchos casos, los gobernadores locales asistieron y discutieron con esas asambleas.
Para el 5 de Enero, las protestas habían logrado que el gobierno se retracte y vuelva a establecer un precio controlado, e incluso el presidente Tokaev le pidió la renuncia a todo su gobierno y conformó uno nuevo. Sin embargo, en el momento en el que se podría decir que las protestas lograron su cometido y comenzaban a desmontarse, en la ciudad económicamente más importante, Almaty, la protesta se tornó más violenta. Algunos protestantes comenzaron a ocupar comisarías, robar armerías y hasta ocuparon la sede del Consejo Nacional de Seguridad. De pronto, las protestas pacíficas comenzaron a prenderle fuego a los edificios de las gobernaciones, a arrestar a grupos de policía o militares que iban a dispersarlos, o incluso a responder con disparos a la represión policial. Diecinueve miembros de las fuerzas de seguridad resultaron muertos a lo largo de las protestas, incluyendo dos que fueron decapitados. El punto máximo del avance de los protestantes fue la ocupación del aeropuerto de Almaty, lo que forzó la suspensión de los vuelos y generó serios costos materiales en la infraestructura del aeropuerto.
El gobierno de Tokaev primero estableció el Estado de Emergencia y, al verse desbordada la capacidad estatal para contener la violencia de las protestas, recurrió a la asistencia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). La región reaccionó rápidamente, conformando una fuerza de 4500 efectivos que ingresaron a Kazajistán sólo horas después del pedido y permanecieron por dos semanas en el país. Esta fuerza multinacional, conformada principalmente por rusos pero con elementos de todos los miembros de la organización, se ocupó de resguardar los principales lugares que afectan a terceros países (embajadas, el centro espacial de Baikonur, pasos fronterizos, etc.), mientras que las fuerzas de seguridad kazajas quedaban libres para la represión de aquellos grupos violentos que rehusaban a renunciar a la violencia. Para entonces, las asambleas se habían desmantelado y sólo quedaban grupos que saquearon los principales negocios de Almaty.
El motivo principal para que Tokaev solicitara la intervención de la OTSC fue la detección de ciudadanos extranjeros que actuaron como instigadores para las protestas. Muchos de ellos llegados desde países vecinos, desocupados y dispuestos a ganar algo de dinero rápido. Kazajistán ha sido un país abierto a la presencia de ONGs occidentales, debido a su política exterior abierta, de acercamiento tanto a Occidente como a Oriente. Probablemente esto cambie pronto, de confirmarse la participación de organizaciones extranjeras en la coordinación de estas protestas. No sería tan extraño, justo cuando se confirma por el sitio Underside.org el financiamiento del Foreign Office británico a muchas ONGs rusas para desestabilizar al gobierno. Además, podemos recordar la participación de ONGs en la “revolución de color” en Kirguistán en 2020.
La centralidad de Kazajistán en el mundo que viene es fundamental para entender el por qué del interés en la desestabilización. Kazajistán es el enlace principal entre Rusia y China, está en el centro de la Nueva Ruta de la Seda, y si su gobierno entrar en caos, serviría para la estrategia estadounidense de contención tanto para Rusia como para China. Sin embargo, la reacción del gobierno estadounidense fue lenta, parecían confundidos y sin saber bien qué pasaba en el terreno. Probablemente la desestabilización no haya sido una decisión propia del gobierno de Biden, quien estaba a punto de sentarse a negociar con Rusia sus garantías de seguridad mutuas en Europa, sino de parte del “estado profundo” estadounidense interesada en dañar estas charlas. Igualmente, estos intereses foráneos se aliaron a grupos kazajos interesados en destituir el gobierno de Tokaev. Un banquero kazajo en el exilio no tardó en autonombrarse el lider de la oposición y de las protestas, pero su liderazgo tuvo menos éxito que el de Guaidó y Tikhanovskaya. Por otro lado, hacia el interior del gobierno kazajo, tras la crisis se consolidó el poder del presidente Tokaev. Asumió tanto la presidencia del principal partido de gobierno, Nur Otan, como la presidencia del Consejo de Seguridad Nacional. Ambos estaban en manos del ex presidente Nursultán Nazarbáev, cuyo clan fue desplazado del gobierno kazajo tras esta crisis.
Lo interesante de la crisis kazaja es que muestra el avance en la integración regional euroasiática, en este caso con respecto a la OTSC, como respuesta a las “revoluciones de color” promovidas desde fuera de la región. Como se vió en Bielorrusia, la rápida reacción del Estado es necesaria para frenar la violencia en las protestas, pero a la vez es necesario responder a las demandas originales de la protesta.
Las Garantías de Seguridad
Esta crisis en Kazajistán tuvo lugar al mismo tiempo que Rusia, los Estados Unidos y la OTAN discuten las propuestas rusas sobre Garantías de Seguridad en Europa. El pasado 17 de Diciembre, Rusia les envió borradores de tratados donde públicamente establece sus líneas rojas: aquello a lo que no está dispuesta a tolerar. Frente a una campaña que comenzó en Abril de 2021, donde Estados Unidos sostiene que es inminente que Rusia invada Ucrania, Rusia responde proponiendo que la OTAN retire sus tropas de los países que ingresaron a la organización a partir de 1997, que EEUU retire su armamento nuclear de Europa y que los ex países soviéticos no puedan ingresar a la OTAN. Esto dejaría afuera principalmente a Ucrania y Georgia, que han mostrado interés en sumarse a la alianza atlántica.
Tras negociaciones directas en Suiza entre Rusia y EEUU, además de charlas entre Rusia y la OTAN, y conversaciones entre EEUU, la OTAN y la UE, la respuesta recién llegó el 26 de Enero. A diferencia de la publicidad de las propuestas rusas, el gobierno de Biden pidió que el contenido de su respuesta se mantenga secreto. Sin embargo, se explicó que Estados Unidos está dispuesto a negociar temas como el establecimiento de misiles de largo alcance en Europa o el control del armamento nuclear, pero que el ingreso de nuevos miembros a la OTAN no es negociable. La organización atlántica respondió incluso más duramente, exigiendo el retiro de tropas rusas de Georgia, Ucrania y Moldavia. Cabe aclarar que las tropas rusas no están en Georgia sino en Osetia del Sur y Abjasia, países independientes en los ojos del Kremlin, no están en Ucrania sino en Crimea, parte misma de la Federación Rusa, y en Transnistria se encuentran como tropas de paz para evitar el conflicto con Moldavia.
La percepción de amenaza por parte de Rusia no es nueva. La expansión de la OTAN hacia el Este, a pesar que en 1990 se prometió que no sucedería, fue constante a lo largo de tres décadas. Si Ucrania ingresara a la organización, podría permitir el establecimiento de misiles nucleares que llegarían a Moscú en menos de diez minutos. Es un escenario muy posible mientras que en Kiev haya un gobierno que considere a Rusia como el origen de todos sus males.
En paralelo con las conversaciones y negociaciones, los medios occidentales continuaron con su campaña sobre una posible invasión rusa a Ucrania. El motivo para la campaña es la presencia de 100.000 tropas rusas cerca de la frontera con Ucrania. Lo que estos medios no suelen contar es que fueron movilizadas en respuesta a ejercicios de la OTAN o en respuesta al despliegue de asesores de la OTAN en Ucrania. Tampoco se suele explicar que no son formaciones listas para una invasión, algo que los mismos ucranianos han explicado en al menos dos ocasiones.
Pero la realidad no se interpone en una buena campaña de desestabilización. Lo importante es que el aumento de la tensión, y no necesariamente una guerra real, está causando daño a la economía rusa. El rublo viene en caída hace un par de meses, agregando presión a una negociación que desde Estados Unidos no deja de demorarse.
Pero ese mismo efecto también se le aplica a Ucrania, que cuenta con una economía mucho más débil. El presidente Zelensky ahora salió a pedir a los medios occidentales que reduzcan la paranoia por que el pánico generado le cuesta más Ucrania que la amenaza de guerra:
“Hay señales incluso de líderes de estados respetados, solo dicen que mañana habrá guerra. Esto es pánico, ¿cuánto le cuesta a nuestro estado?”
Bueno, el costo se ve claramente en la devaluación de la grivnia en este tiempo:
Washington sostiene que está abierto al diálogo y que espera que Rusia elija la salida diplomática a la situación. Sin embargo, no sólo ignoró los principales puntos de las demandas rusas, sino que la presencia de la OTAN no deja de aumentar en la frontera rusa. ¿Por qué Rusia debería retirar sus tropas de la frontera si Dinamarca, España, Francia, los Países Bajos y Estados Unidos están enviando más aviones, barcos y tropas a la zona?
Es inútil esperar una reducción de la tensión si el Reino Unido y los países bálticos donan misiles antitanque y antiaéreos a Ucrania, y Estados Unidos se compromete en enviar 90 toneladas de material bélico para ese país.
¿Qué puede pasar?
El escenario es incierto todavía. Debido a que la respuesta estadounidense sobre las garantías de seguridad rusas es secreta, no se puede saber si se llegó a un compromiso y ahora estamos viendo simplemente una puesta en escena con una gradual reducción de la tensión.
Pero sí hay algunas certezas. Por un lado, el canciller ruso, Sergei Lavrov, aclaró:
“Si depende de Rusia no habrá guerra. No queremos guerras, pero tampoco permitiremos que se ignoren y se pisoteen groseramente nuestros intereses”
Y por otro, la OTAN dejó en claro que no enviará tropa a Ucrania, ya que el país no es miembro de la organización. Según el secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg:
“El artículo 5 no puede activarse por un ataque a un país no perteneciente a la OTAN. Hay que distinguir claramente entre la disposición de la OTAN a defender su territorio y la ayuda a Ucrania mediante el suministro de armas y el entrenamiento de los militares, sobre lo que existe cierto desacuerdo dentro de la Alianza”
Lo que nadie pregunta es qué está haciendo Ucrania con su armamento nuevo. El ejército ucraniano se está concentrando en la zona de las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk, por lo que se espera pronto que Kiev trate de resolver su problema interno por la fuerza. Si el gobierno ucraniano trata de utilizar a las olimpiadas de invierno de Beijing como cortina para un ataque contra Donetsk y Lugansk, como una reedición de la guerra en Georgia, Rusia se vería obligada a responder. En esas provincias ucranianas, alrededor de 720.000 habitantes poseen pasaporte ruso.
Es poco probable que Rusia se arriesgue a una invasión como lo hizo en el caso de Georgia. Hoy en día cuenta con mejores sistemas misilísticos para atacar a la distancia y proteger a la población de la cuenca del Don sin necesidad de invadir. Eso pondría a la OTAN y a Estados Unidos en una posición difícil para responder. Sin embargo, lo más probable es que la respuesta sean sanciones económicas.
¿Y a quién afectarían más las sanciones? Pues a los europeos. Si Rusia queda eliminada del sistema SWIFT de pagos bancarios, los países europeos se verían imposibilitados de pagar a Rusia por el gas que importan. Eso prácticamente los obligaría a pagar más a Estados Unidos por gas licuado. El aumento del precio del gas permite que aumente el margen de ganancia en este gas que es más caro de producir y de transportar que el gas ruso.
The United States called on China to use its influence with Russia to urge a diplomatic solution to the Ukraine crisis https://t.co/EJUb4q7c4C pic.twitter.com/4W1rzWFloH
— Reuters (@Reuters) January 27, 2022
La desestabilización del escenario europeo es una apuesta muy costosa por parte de Estados Unidos. Especialmente cuando sabe que ya no puede controlar todos los factores. Si no, Victoria Nuland no le hubiera pedido a China que use su influencia para que Moscú elija la salida diplomática. En especial cuando China no tiene por qué hacerle ese favor a Estados Unidos, quien alienta la independencia de Taiwan. Y eso puede terminar en otra guerra. ¿Podrán Estados Unidos y la OTAN enfrentar a Rusia y a China a la vez?