30 años del Mercosur | La integración en salud del Mercosur: ¿El que no cambia todo no cambia nada?

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por Leonel Tesler¹

Los treinta años del Mercosur nos encuentran en un escenario en el que la importancia de la geopolítica en la determinación de la salud de los pueblos se pone en evidencia de la manera más cruel. Si hasta ahora habíamos tenido tiempo para dedicarnos a comparar y compatibilizar normativa, en especial aquella que regula la producción y comercialización de cosméticos, la coyuntura exige pragmatismo y respuestas rápidas para poder salvar vidas. La pandemia puede servir como analizador de las dificultades que el bloque arrastra desde su creación y es una oportunidad (aun después de un año de desencuentros y a pesar del costo en vidas que se pagó hasta ahora) para comenzar a solucionarlas. Para explorar los problemas y las posibles formas de abordarlos proponemos dos dimensiones de análisis: la comercial y la operativa.

La dimensión comercial

La distribución desigual de las vacunas y de la tecnología para producirlas, así como las condiciones de venta desparejas que las multinacionales farmacéuticas intentaron imponer o impusieron a los países periféricos tienen como consecuencia un mayor número de casos de COVID-19, muchas más muertes y una prolongación indefinida de la duración de la pandemia. A la carrera por conseguir la mayor cantidad posible de dosis se suma la puja comercial entre EE.UU, China y Rusia. Una de sus consecuencias es la debilidad del Fondo de Acceso Global a las Vacunas COVID-19 (COVAX por sus siglas en inglés) que se gestó sin el apoyo ruso norteamericano. Otra, que los dos últimos se erigieran como los principales proveedores de países que no pueden comprar vacunas estadounidenses o británicas. En un caso internacional del fenómeno del perro del hortelano, las potencias occidentales se encargaron de diseminar las suficientes dudas sobre las vacunas rusa y chinas como para que una porción importante de la población de países como Argentina optase inicialmente por no vacunarse.

Si la compra de vacunas pudiese encararse centralizadamente desde el Mercosur aumentaría la capacidad negociadora de cada país y podrían discutirse los requisitos comerciales y normativos que los potenciales proveedores quisieran imponer. Sabemos, por lo problemático del proceso de vacunación en la Unión Europea, que eso no garantizaría la provisión de vacunas en tiempo y forma ni mucho menos la cobertura necesaria para frenar el aumento de los casos antes del invierno. Aun así, la situación sería mejor que la actual, en la que cada país miembro intenta conseguir lo que pueda como pueda. Una iniciativa regional podría compensar el relativo fracaso del COVAX.

Existen antecedentes exitosos en el Mercosur que permiten imaginar un panorama un poco más alentador que el actual. Por ejemplo, a mediados de 2015 se creó el Comité ad hoc de Negociación de Precios de Medicamentos de Alto Costo que fue de gran utilidad y perdura hasta el presente pese los cambios de signo político de los gobiernos del bloque. Antes, en 2008, se había creado en el mismo ámbito la Comisión Intergubernamental de Política de Medicamentos. En lo que va de la pandemia, se realizaron inversiones a través del Fondo para la Convergencia Estructural del Mercosur (FOCEM) en un proyecto denominado “Investigación, Educación y Biotecnologías aplicadas a la Salud” que se enfocó en el desarrollo y la adquisición de recursos para el diagnóstico de COVID-19.

La dimensión operativa

Desde su creación en 1996, el Subgrupo de Trabajo 11 (SGT 11), dedicado a la salud, contiene en su estructura a la Comisión de Vigilancia de Salud (COVISAL). Sus misiones incluyen, entre otras, el control sanitario de las fronteras y la consolidación de información sobre las enfermedades de denuncia obligatoria (Dengue, fiebre amarilla, gripe N1H1, etc.). Su acción fue de gran importancia durante la pandemia de gripe N1H1 de 2009. Sería muy valioso que pudiera recuperar su eficacia plena para enfrentar esta pandemia y otros problemas de salud que afectasen al continente en el futuro.La posibilidad de integrar la vigilancia epidemiológica y de definir de manera articulada los modos de intervención ante un aumento de casos podría tener un gran impacto en cada país y en el conjunto del bloque.

Otro aspecto en que el avance hasta el momento ha sido módico y cuyo potencial es enorme frente a la pandemia o ante los problemas que depare la nueva normalidad es la integración en cuanto al desarrollo y ejercicio profesional, que también cuenta con una comisión. La fuerza laboral en salud se encuentra en crisis en prácticamente todo el Mercosur aunque con situaciones muy diversas. Aunque ambos padecen una distribución asimétrica de profesionales a lo largo y a lo ancho de su geografía, Argentina y Uruguay casi triplican a Brasil y Paraguay en cantidad de médicxs cada 10 mil habitantes mientras que Brasil casi duplica a la Argentina en cantidad de enfermerxs en relación con la población. A esos datos habría que agregar la gran movilidad entre países para realizar estudios de grado, especialmente en medicina. La posibilidad de avanzar hacia una distribución óptima y homogénea estaría un poco más cerca si se lograra planificar una política a nivel regional.

A modo de conclusión

Si bien la propuesta inicial del Mercosur tenía como objetivo la liberalización de los mercados entre los cuatro países fundadores y se lo consideraba una plataforma de lanzamiento de productos y servicios producidos en el mercado común hacia mercados extrarregionales, el Consenso de Buenos Aires firmado por Luiz Inácio “Lula” Da Silva y Néstor Kirchner en 2003 relanzó el bloque sobre la idea de regionalizar políticas sociales relacionadas con la ampliación de derechos. Entre ellas, la salud tuvo un lugar privilegiado.

Los gobiernos de derecha y centro derecha que surgieron en toda la región a partir de 2015 priorizaron los acuerdos bilaterales con potencias del norte global y descuidaron el Mercosur, incluyendo su beta sanitaria. La pandemia de COVID-19 dejó en evidencia una desintegración que antes ya resultaba bastante clara. El desafío para los próximos años no se limita a la reconstrucción de lo que se había logrado sino que consiste en buscar una propuesta superadora que amplíe el ejercicio del derecho a la salud en cada país miembro.


¹ Médico sanitarista. Presidente de la Fundación Soberanía Sanitaria. Director del Departamento de Ciencias de la Salud y el Deporte de la Universidad Nacional de José C. Paz