Adiós a la globalización

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por Sebastián Tapia

La “operación especial” en Ucrania, como Rusia define a su intervención armada, se encuentra en un impasse. El ejército ruso, y las fuerzas armadas de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, avanzan lentamente en un frente mientras las principales ciudades ucranianas se encuentran rodeadas. Se han establecido corredores humanitarios para facilitar el escape de civiles, acordados entre el gobierno ucraniano y ruso. Mientras tanto, las negociaciones políticas para terminar el conflicto avanzan lentamente. Ucraniana aceptaría las condición neutralidad, pero todavía no hay acuerdo sobre  el reconocimiento de las repúblicas populares y la soberanía rusa de Crimea.

La OTAN brilla por su ausencia, como ha reconocido el presidente ucraniano Zelensky, y sólo puede aportar armas y mercenarios para aumentar el desangre de los ejércitos – pero no es suficiente para invertir la situación en el campo de batalla. La oferta de ceder aviones cazas a Ucrania por parte de Polonia y Rumania fue desaconsejada por al OTAN primero, y luego cancelada por Estados Unidos. Ninguno de los países quiere hacerse cargo del envío de aviones, en caso de que eso genere una escalada. De la misma manera, la OTAN rehusó el pedido ucraniano de establecer una “zona de no vuelo” sobre su territorio, pues eso implicaría derribar a los aviones rusos y destruir sus sistemas de defensa aérea, involucrando a la organización atlántica en la contienda.

La negativa, por parte de la OTAN, a intervenir en el conflicto militar, hace que el mismo quede limitado geográficamente a Ucrania. Sin embargo, se puede ver que en el conflicto económico entre Occidente y Rusia se ha perdido el control. Y esta arista puede generar grandes consecuencias a nivel global. 

Las sanciones económicas

El establecimiento de sanciones económicas, por parte de Estados Unidos y Europa, es su respuesta frecuente a los desafíos planteados por otros Estados. Este proceder es igual contra Irán, Corea del Norte, Venezuela, etc. En el caso de Rusia, las sanciones fueron llevadas a un nuevo nivel: la desconexión de varios bancos rusos del sistema SWIFT de transferencia de dinero internacional.

El objetivo es hacer más difícil la vida de los ciudadanos rusos, que ahora no podrán realizar compras en el exterior, y forzar a las empresas extranjeras a abandonar el país, ya que no pueden remitir sus ganancias a sus casas matrices.

A esto se le agregó un bloqueo tecnológico, impidiendo la venta de procesadores y elementos de alta tecnología que hayan sido diseñados en EEUU. Rusia respondió prohibiendo la venta de productos estratégicos a Norteamérica, como los motores de cohetes, o materias primas como el níquel o titanio.

Quien más tiene para perder en esta batalla económica es la Unión Europea. Su dependencia del gas ruso le impide sancionar a los bancos que reciben el pago por este combustible. También mantiene abierto el flujo de euros y dólares a cambio de gas, aunque queda en Rusia la capacidad de decidir si continúa o no con el intercambio. Por otro lado los estadounidenses anunciaron que no comprarán más combustibles rusos, dentro de 45 días, desestabilizando el mercado internacional y subiendo el precio de estos bienes aún más. Esto genera un contexto particularmente desfavorable para el gobierno de Biden, que hace tiempo no puede frenar el proceso inflacionario que sufre Estados Unidos.

El cierre del espacio aéreo a las aeronaves rusas también generó una crisis en la industria aeronáutica. Alrededor de 500 aviones arrendados por líneas aéreas rusas no pueden salir del país, ni sus repuestos pueden llegar. Esto rompe los contratos de arrendamiento, siendo las empresas aseguradoras europeas aquellas que deberán pagar los costos de esta medida de fuerza.

Para colmo, las sanciones económicas no están cumpliendo su cometido político. El gobierno ruso sigue adelante con su “acción especial”, buscando negociar un alto al fuego con Ucrania pero avanzando en lo militar. El bloqueo comercial tampoco es completo. Ha golpeado fuertemente, ya que la Unión Europea representaba el 18% de la balanza comercial rusa, pero le ha demostrado a Rusia que hay muchas alternativas. China, por ejemplo, condenó la utilización de la fuerza, pero no aplica sanciones económicas y resiste la presión estadounidense para que lo haga. Esta misma posición se puede ver en Latinoamérica, África, Medio Oriente y casi toda Asia. Incluso Azerbaiyán y Pakistán firmaron acuerdos de cooperación con Rusia tras la acción militar. Sólo se plegaron a las sanciones Estados Unidos, Canadá, Europa, Japón, Corea del Sur, Singapur y Australia. Es decir, el Sur global no se presta a una guerra comercial como lo hace Occidente.

¿El fin de la globalización?

Estas sanciones económicas retrotraen el comercio mundial al estado previo al fin de la Guerra Fría. La incorporación de los mercados socialistas a la economía liberal durante los 90’s, el proceso de globalización, llevó a la creación de un único mercado global. La exclusión de Rusia, un mercado de 150 millones de consumidores, crea una nueva división en ese mercado.

De acuerdo a un informe del Credit Suisse del 7 de Marzo, llamado Bretton Woods III, la diferencia entre los productos rusos – cuyo precio cae por las sanciones – y el resto de la producción mundial – cuyo precio sube por el shock de la falta de oferta rusa – genera una inestabilidad en el mercado mundial de commodities, como la del 2008 en el mercado de las hipotecas o la de 1973 en el mercado de combustibles.  La diferencia en este caso, es que la crisis no es generada por una retención de los productores, sino por una decisión de los compradores.

Según este informe, la única institución capaz de intermediar esa diferencia de precio es el Banco de China, pero para ello se debe abandonar el sistema de Bretton Woods. Es cuestión de desdolarizar la economía mundial y aceptar el rol mayor de China, cuya economía no depende de activos financieros sino de la producción real.

Como consecuencia de estas mismas sanciones, Visa y Mastercard dejaron de operar como intermediarios en los consumos de Rusia en el exterior. Esa función ya está siendo reemplazada por el sistema de pagos chino, Union Pay. Rusia está consolidando lo que comenzó en 2014, abandonar su interés por integrarse a Europa y enfocar su futuro en el Este. Es el fin de más de 300 años de intento de integración con Europa por parte del Estado ruso.

Incluso los grandes capitales de Wall Street están viendo la profundidad de los cambios por venir. Larry Fink, el fundador del grupo de inversión BlackRock, escribió una carta a sus accionistas explicando que el fondo buitre comparte los “valores occidentales”, por lo que se despega del mercado ruso. Fink anuncia que:

“La agresión de Rusia en Ucrania y su posterior desvinculación de la economía global impulsará a las empresas y gobiernos de todo el mundo a reevaluar sus dependencias y volver a analizar sus huellas de fabricación y ensamblaje, algo que el Covid ya había incitado a muchos a comenzar a hacer.”

El fin del unipolarismo

El ciclo económico estadounidense está terminado. China lidera las nuevas tecnologías, es el principal productor y exportador en el mundo, está moldeando las rutas comerciales a su necesidad y ahora se precipita la desdolarización. A China sólo le falta establecer su dominio en el ámbito financiero, para lo que está lentamente trabajando.

El quiebre de la globalización centrada en el Atlántico Norte da paso al surgimiento de un mundo multipolar, cuyo centro de atención se encuentra en Eurasia.

Algunas noticias de las últimas semanas muestran que las sanciones impuestas a Rusia ponen en riesgo la confianza en el sistema comercial y financiero occidental para terceros países. Esto hace temblar al dólar como la moneda indiscutida de comercio internacional.

Arabia Saudita conversa con China la venta de petróleo denominado en yuanes en vez de dólares. Es decir, se acabaría la exclusividad del petrodólar en ese mercado. India está por organizar un sistema de pago comercial entre rupias y rublos para que las sanciones no afecten su comercio con Rusia. Y Moscú exigirá que el pago por la venta de gas y petróleo ruso se realice exclusivamente en rublos para los países “inamistosos“.

Esta última medida generó una revaluación del rublo, que había perdido valor al entrar en vigencia las sanciones económicas impuestas a Rusia. El G7 ya definió que no utilizará el rublo para pagar por el gas, por lo que peligra el suministro desde Rusia a partir de Abril, cuando entre en vigencia la medida. Por las dudas, el banco central ruso aumenta sus reservas en oro y fija su valor para la compra en 1 gramo por 5000 rublos. Esto abre las puertas a un posible nuevo estándar oro para el rublo.

Todavía es difícil ver el fin de la crisis ucraniana, ya sea por una resolución puramente militar o diplomática. Sin embargo, está claro que para la guerra económica entre Occidente y Rusia, Ucrania fue sólo la excusa para desatar un conflicto latente hace décadas. El resto del mundo ve con interés la situación, pues China, India, Turquía e Irán saben que así como hoy el enemigo es Rusia, mañana pueden ser ellos.