Por Ariadna Dacil Lanza
Bolsonaro logró que, durante la celebración del 7 de septiembre, día en que Brasil celebra su independencia de la Corona portuguesa, toda la atención estuviese puesta sobre él pero no como jefe de Estado sino como candidato presidencial.
Solo en un breve momento, en el que vistió la banda presidencial y no habló, adoptó una posición de estadista. Esto fue durante el desfile militar en el que posó al lado del presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, a quien Bolsonaro le había cancelado un encuentro hace dos meses porque Rebelo de Sousa se había reunido previamente con Lula.
El uso partidario que hizo Bolsonaro del acto patrio le valió críticas. Los costos para el erario público se resignificaron a la luz de lo que terminó siendo un acto de campaña. “Quien tomó el micrófono no fue el presidente de todos los brasileños, sino el candidato: antagonizó explícitamente con el PT, nombró los programas sociales de su gobierno y rechazó el ‘mal’ que ‘duró 14 años’ y ahora quiere ‘volver al crimen’”, sintetizó el profesor de Derecho de la Universidad de San Pablo Rafael Mafei en la Revista Piauí.
Agregó Mafei: “Bolsonaro llegó a ser explícito al pedirle a la ciudadanía que trabaje para girar los votos a su favor: ‘Convenzamos a los que piensan diferente a nosotros’”.
Los discursos del Presidente a lo largo del día fueron por momentos grotescos, como cuando comparó a su esposa, Michelle Bolsonaro, con la de Lula, Janja, y concluyó que la primera era superior en todo además de definirla como “una mujer de dios”. Y después hizo que el público coreara “Imbrochável”, una palabra que ya había usado para definirse a sí mismo y que no está en el diccionario pero que aludiría a su supuesto vigor sexual.
La organización de los actos que hubo en Río de Janeiro y San Pablo, además del desfile en Brasilia, fue también cuestionada por el financiamiento privado que recibió, especialmente para movilizar a sus seguidores.
Pero más allá de las críticas, los actos fueron masivos y el mandatario brasileño cosechó hasta el apoyo del expresidente estadounidense Donald Trump quien en su plataforma de redes sociales, Truth Social, le dedicó un mensaje más que afectuoso. ‘Tropical Trump’ como se le llama cariñosamente, “ha hecho un GRAN trabajo para la maravillosa gente de Brasil”, dijo el republicano.
“El presidente Bolsonaro ama Brasil por encima de todo. Es un hombre fantástico y tiene mi total y completo apoyo”, comentó Trump y recordó que, en el tiempo en que estuvo en la Casa Blanca, ningún otro líder lo llamaba tanto como Bolsonaro en busca de recortes de impuestos y aduaneros, renegociaciones comerciales, o un fortalecimiento de las políticas antidroga y fronterizas “para meter en la cárcel ‘a los tipos malos'”.
Desde afuera de Brasil llegaron también críticas por ejemplo de la revista The Economist que comparó a Bolsonaro con Trump y que hizo foco en si finalmente el brasileño “aceptará el resultado” -cualquiera sea- como dice. Cabe mencionar que Bolsonaro siempre aclara que lo hará si el resultado es “limpio y transparente”.
“El sistema de votación electrónica de Brasil está bien administrado y es difícil de manipular. Pero aquí está el problema: Bolsonaro sigue diciendo que las encuestas están equivocadas y que está en camino de ganar”, alerta The Economist.
La publicación no instala sino que recoge una pregunta generalizada. Porque no parece haber evidencia que sacie las dudas de Bolsonaro, ni aun cuando después de un año de cuestionamientos al voto electrónico, el Ministerio de la Defensa y la Policía Federal (PF) validaron los sistemas que hacen funcionar las urnas que se utilizarán en los comicios de octubre. Representantes de las Fuerzas Armadas y de la PF participaron, días atrás, de un acto realizado en el Tribunal Superior Electoral (TSE) para sellar el sistema electrónico.
De ahora en más, no se permiten cambios en los programas, a menos que todos los organismos de seguimiento electoral se unan para reabrirlo.
En la misma línea de sembrar dudas sobre el sistema de votación, Bolsonaro cuestiona las encuestas, en especial las de Datafolha a la que calificó en el acto del 7 como “mentirosa”. Lo cierto es que la nueva medición del instituto, publicada a principios de este mes, señala una clara ventaja de Lula. El líder del PT pasó del 47% al 45% de las intenciones de voto en la primera vuelta y el Presidente se mantuvo en el nivel del 32% registrado en la encuesta anterior.
El exgobernador Ciro Gomes (PDT) fluctuó al alza y alcanzó el 9%, al igual que la senadora Simone Tebet (MDB), que pasó del 2% al 5%, según la encuesta de Datafolha.
Ante al escepticismo presidencial frente al sistema electoral y a las encuestas, además de su capacidad para llamar a movilizarse -esta semana se conoció un nuevo caso de violencia política en el que uno de los seguidores de Bolsonaro mató a un militante de Lula- y su discurso contra otros poderes del Estado -este año fue más moderado que el año pasado cuando criticó de lleno al Superior Tribunal Federal (la corte)- la justicia decidió freezar algunas normas de venta de armas, el temor por la radicalización en el contexto electoral es creciente. Una vez más vale la pregunta por si Bolsonaro estará dispuesto a aceptar un resultado adverso.