Economía y Pandemia | La zanahoria del brexit: daños colaterales

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por Amparo Sayago

Cinco años transcurrieron desde la celebración del referéndum donde el 52% de los británicos votó a favor del brexit el pasado 23 de junio del año 2016. Los pronósticos indicaban que poner fin a una relación de casi cinco décadas – Inglaterra ingresó a la Unión Europea en 1973 – no sería una tarea sencilla. Sin embargo, las sucesivas prórrogas interpuestas por el Reino Unido en la forzosa negociación con la UE y una mala jugada del destino, hicieron que el timing en el cual se había previsto la entrada en vigor del Acuerdo de Retirada no pudo ser peor.

El período de transición que oficializó la salida del Reino Unido de la UE coincidió con el pleno apogeo de la segunda ola de contagios producto de la pandemia del COVID-19. Ya es de público conocimiento que, además de los efectos devastadores en términos sanitarios y de vidas humanas perdidas, la pandemia ocasionó una crisis económica global sin precedentes, equiparable al fin de la Segunda Guerra Mundial. El Reino Unido no fue la excepción, el PIB disminuyó en un 9.7% respecto al 2019. A ello se sumaron, a partir del primer día hábil del año del 2021, las nuevas complejidades económicas y sociales producto del divorcio de la UE.

Brexit blando pero problemático

El acuerdo se plasmó en un texto de mil páginas. A pesar del ambiente hostil durante las largas rondas de negociación entre el gobierno británico de Boris Johnson y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, ambas partes optaron por un brexit “blando”. Esto implica un acuerdo de libre comercio donde no existen aranceles sobre los bienes cuando cruzan las fronteras entre el bloque y el Reino Unido. Tampoco se limitó la cantidad de productos destinados al intercambio comercial. Los motivos radican en la interdependencia económica ya que Bruselas representa casi la mitad del comercio exterior británico. El gobierno del Reino Unido indica que el comercio bilateral tuvo un valor US$91 mil millones en 2019. A pesar del euroescepticismo de Johnson, la apuesta por un brexit duro hubiera sido catastrófica. Cabe recordar que dentro del acuerdo, Bruselas ha calculado la deuda que Londres debe pagar 47.500 millones de euros por los compromisos asumidos en el presupuesto de siete años de la Unión Europea.

La imposición de fronteras a principios de este año fue el comienzo de una nueva era. La burocracia produjo costos adicionales en el control administrativo, sanitario y fitosanitario, principalmente aletargando el trabajo de los transportistas. La interrupción en la cadena de producción y distribución británica está afectando en gran medida las exportaciones de alimentos y bebidas a la Unión Europea como consecuencia de la entrada en vigor de las barreras aduaneras del brexit. Durante el primer semestre del año se estimó una reducción del comercio bilateral entre la UE y el Reino Unido en un 20%, con un descenso del 15% en el comercio hacia la UE y una caída del 32% de la importación de productos provenientes del bloque. Los principales bienes afectados fueron la exportación de carne que cayó un 37%, el queso un 34% y la crema de leche un 19%; las pérdidas rondan en los 2 billones de libras.

Si bien, la escasez de mano de obra era un problema preexistente en Inglaterra durante la era pre-pandemia, en los últimos meses se ha agudizado, por un lado, como consecuencia del fin de los confinamientos y la reactivación económica; por el otro, coincidió con la entrada en vigor del acuerdo del brexit. El nudo gordiano de los desabastecimientos es la ausencia de transportistas. Según la asociación de transportadores RHA, actualmente hay unos 300 mil camioneros y faltan alrededor de 100 mil trabajadores en el sector. En particular los conductores de larga distancia que ven como una pérdida realizar el trámite aduanero en la frontera entre Inglaterra y la UE ya que pierden horas de trabajo que no serán remuneradas dado que el salario lo perciben en términos de millas recorridas. También poca oferta de mano de obra en la construcción, la industria de la carne y el sector gastronómico y hotelero. Empresarios cárnicos están contratando presos con permiso especial de salida para trabajar e incluso le han pedido al Ministerio de Justicia una ampliación del cupo permitido.

Con anterioridad al brexit, se calculaba que al menos 3 millones de europeos habitaban suelo británico. El éxodo de no residentes – principalmente de trabajadores provenientes de Europa del Este – ha coadyuvado a la escasez de mano de obra. A partir de este año, los europeos tienen que tramitar un visado especial para trabajar en Inglaterra dificultando la afluencia de extranjeros europeos. La falta de personal ha desembocado en un problema de desabastecimiento en las góndolas que obstaculiza el despegue de la economía pese a la liberación de las restricciones del confinamiento. Los empresarios concuerdan que la faltante de productos en los supermercados podría prolongarse poniendo en peligro la tradicional cena navideña inglesa y podría extenderse hasta por 18 meses. La confederación de industria británica (CBI) alertó del faltante de stock de manufacturas cayó a los niveles de 1983.

Irlanda del Norte en el ojo del huracán

La frontera de Irlanda del Norte es otro conflicto vertebral del brexit, todavía irresuelto. La firma del Acuerdo de Viernes Santo (Belfast) en 1998 puso fin al histórico conflicto de tres décadas entre los irlandeses unionistas protestantes y los católicos republicanos (más conocido como el IRA); se buscó así, sellar la paz y resguardar la economía entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, actualmente territorio que forma parte del Gran Bretaña. Para ello, se priorizó el desarme y el no establecimiento de fronteras físicas en los 499 km que unen ambos países. Sin embargo, el brexit puso en entredicho este entendimiento.

En las negociaciones iniciales, Theresa May acordó junto a la Comisión Europea el backstop, un ítem que contemplaba que, en el caso de no llegar a un acuerdo comercial, principalmente respecto a Irlanda, Gran Bretaña mantendría la unión aduanera con UE. Esto le costó el gobierno a May y catapultó a nuevas negociaciones de la mano de Boris Johnson. Downing Street junto con la Comisión Europea finalmente firmó el Protocolo sobre Irlanda e Irlanda del Norte que estipula:

Evitar una frontera física entre Irlanda e Irlanda del Norte, posibilitando así el correcto funcionamiento de la economía de la isla en su totalidad y protegiendo el Acuerdo de Viernes Santo (Belfast) en todas sus dimensiones (…) preserva la integridad del mercado único de mercancías de la UE, junto con todas las garantías que ofrece en cuanto a la protección de los consumidores, la salud pública y la sanidad animal, y la lucha contra el fraude y el contrabando”.

Así, Irlanda del Norte tiene estatus económico como parte de la UE. Esto generó episodios de violencia en las calles por parte de los irlandeses unionistas que se sienten ciudadanos de segunda del Reino Unido. También hay desabastecimientos de productos ingleses en las góndolas de Irlanda del Norte ya que se introdujeron controles fronterizos sobre productos británicos para evitar el tráfico “ilegal” hacia la República de Irlanda. Sin embargo, estos controles nunca se aplicaron completamente ya que Boris Johnson extendió unilateralmente el periodo de gracia pautado para su plena vigencia hasta octubre del 2021. Ahora Reino Unido pide renegociar el acuerdo con amenazas de poner fin al protocolo, a lo cual Bruselas ha respondido que en tal caso, se llevará la disputa al Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

El mito de Global Britain

La narrativa del brexit se impulsó bajó la visión de los líderes conservadores – primero con Theresa May y luego con su sucesor Boris Johnson – bajo el slogan de “Global Britain”. Desde esta perspectiva, eliminar las restricciones de pertenecer al bloque, permitiría generar acuerdos comerciales con otros países del mundo. Algunos analistas ven una conexión entre esta visión y cierta nostalgia por el pasado colonialista, momento en el cual Inglaterra se irguió como potencia hegemónica.

El discurso pro-brexit le sirvió a Boris Johnson para legitimarse como Primer Ministro. Sin embargo, pandemia de por medio, los efectos colaterales como la escasez de mano de obra y el conflicto en Irlanda del Norte pueden ser un arma de doble filo para los tories. El gobierno debe sancionar leyes que permitan resolver los problemas en la cadena de suministros. Resulta imprescindible además lograr un acuerdo respecto al protocolo de Irlanda evitando no tensar las ya frágiles relaciones con la UE. El adverso escenario económico y político hace tambalear la mítica expectativa de la zanahoria del brexit, un asunto medular en el viejo continente que generó gran polarización en la sociedad europea, y particularmente en la británica. El divorcio de la UE es un laberinto cuyo recorrido es largo y presenta grandes desafíos todavía de incierta resolución.