Por Federico Montero y Pablo Macia
Esta semana se consumó el pedido formal de adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, implicando un cambio histórico con respecto a la neutralidad de ambos países llevada adelante durante años. La decisión fue bien recibida por la mayoría de los miembros del bloque y por su secretario general, el noruego Jens Stoltengerg, quien prometió un rápido tratamiento para la incorporación. De esta manera, la guerra en Ucrania operó como un factor desestabilizador que cambió la histórica política de seguridad de los países escandinavos.
Históricamente, Finlandia, que comparte una frontera con Rusia de 1.340 km, logró repeler a las fuerzas soviéticas durante la guerra de invierno de 1939 y 1940, lo que constituye una fuente de orgullo nacional, a pesar de haber cedido 10% de su territorio. Desde el tratado de amistad con URSS de 1948, el país mantuvo una pragmática neutralidad que no la eximió de organizar una gran infraestructura militar y de defensa en el país ante eventuales ataques. En el caso de Suecia, la tradición neutralista se remonta más de 200 años, desde las guerras napoleónicas en 1812. La presencia de Finlandia como amortiguador de los conflictos con la URSS fue uno de los factores que permitió sostener la no alineación durante el siglo XX. Pero el cambio de postura de Finlandia precipitó la definición de Suecia, que de otra manera quedaría como el único país escandinavo fuera de la alianza militar.
Frente a este intento de incorporación a la OTAN, las autoridades rusas advirtieron que crearán nuevas bases militares en su flanco estratégico occidental como política de defensa. De todas formas, para desescalar la tensión, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que la expansión de la OTAN a Finlandia y Suecia “no crea una amenaza directa para Rusia” pero que sí provocaría una “respuesta” la expansión de la infraestructura militar.
Por otro lado, la entrada de Suecia y Finlandia a la OTAN no está garantizada aún, teniendo en cuenta que se requiere el consenso de los 30 países miembro y dada la negativa de Turquía a la incorporación de ambos países escandinavos, por considerar que apañan miembros de organizaciones terroristas como el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y las Unidades de Protección Popular (YPG). Las presiones y negociaciones entre miembros del bloque atlántico y las autoridades turcas determinarán el efectivo desenlace de la expansión de la OTAN en los países escandinavos.
Pero más allá de este resultado, el conflicto en Ucrania revivió a la OTAN como eje vertebrador que subordina a Europa a la política atlantista impulsada por Estados Unidos, impidiendo una posición más autónoma en la defensa del Bloque Europeo. Bajo esta impronta se llevará adelante la cumbre de la OTAN en España durante el 29 y 30 de junio, en la que se tomarán nuevas definiciones estratégicas de defensa militar en Europa y de contención hacia el Este. Las anteriores cumbres de la OTAN venían desgastadas por la negativa de los estados a cumplir con el financiamiento del 2% del PBI para la defensa de la alianza. Esta posición ya se viene revirtiendo con el rearme de varios de los países del bloque, en especial con la definición de Alemania de alcanzar ese porcentaje de inversión. Alemania y Francia eran los dos principales países que pregonaban una política de defensa europea autónoma de la influencia que Estados Unidos tiene en la OTAN, pero el conflicto en Ucrania exacerbó las posiciones de los demás miembros de la coalición para alinearse en el bloque atlantista. En este escenario, la prolongación de la guerra en Ucrania perjudica fuertemente las economías europeas con el desabastecimiento y encarecimiento de los insumos energéticos, alimentos y otros bienes de las cadenas de suministro. En ese aspecto, la Comisión Europea presentó el miércoles pasado un plan energético para reducir la dependencia de Rusia en el que destinará US$ 220.000 millones con el objetivo de reconvertir el abastecimiento energético del bloque en base a la diversificación de las fuentes de energía, promoviendo ahorros energéticos y una aceleración de la transición hacia las energías renovables. A pesar de estos esfuerzos, la Unión Europea no pudo acordar la prohibición de la importación del petróleo ruso por la oposición de Hungría, que obtiene de Rusia más de 60% de su petróleo y 85% de su gas natural, y de países como República Checa y Eslovaquia.
En cuanto al desarrollo de las acciones militares, durante la semana finalmente se rindieron los 1.700 soldados ucranianos en la acería Azovstal, luego de un mes de control ruso de la ciudad de Mariopol. Los detenidos fueron registrados como prisioneros de guerra por la cruz roja en virtud de un acuerdo entre Ucrania y Rusia. De esta forma, con el control total de Mariupol continúa el plan de operaciones de Rusia de controlar todo el cordón sur de Ucrania desde el Donbass hasta la península de Crimea. En este sentido, las tropas rusas han sitiado la ciudad de Severodonetsk, en la provincia de Lugansk, una de las pocas de la región todavía controladas por el ejército ucraniano. En cuanto las negociaciones diplomáticas continúan estancadas: las autoridades ucranianas se niegan a pactar un alto el fuego sin la retirada de las tropas rusas del territorio de Ucrania, y Rusia a su vez da muestras de preparar una ocupación duradera o el intento e anexión de algunas zonas que controla en el sur de Ucrania. Según la ONU ya son 6,3 millones las personas que emigraron del país.
Por otro lado, de la misma forma en la que el conflicto bélico permitió abroquelar la alianza atlántica, cerrándole la posibilidad a Rusia de una articulación con Europa, se comienzan a potenciar otros entramados geopolíticos alternativos entre países emergentes como en el caso de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica). En ese aspecto se desarrolló en la semana la reunión de cancilleres del BRICS, en la que China jugó fuerte al proponer ampliar el espacio tanto en su modalidad BRICS + como incluyéndolos dentro de la asociación, tal como lo planteó el Ministro de Relaciones Exteriores chino Wang Yi. El encuentro virtual se desarrolló en dos instancias. En la primera, los cancilleres del BRICS discutieron temas como la recuperación económica, la estabilidad internacional y el conflicto en Ucrania. En la segunda, se unieron a ellos los ministros de Exteriores de Arabia Saudita, Argentina, Kazajistán, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia, Nigeria, Senegal y Tailandia con el objetivo de ampliar el diálogo y fortalecer el papel de las economías emergentes en la gobernanza mundial. En términos económicos, los BRICS se consolidan como un espacio de naciones en rápido desarrollo con el 24% del PIB mundial y más del 16% del comercio global según datos del Banco Mundial, y pretenden congregar a un conjunto de economías emergentes a su dinámica, fuertemente impulsada por el liderazgo chino en iniciativas de infraestructura y cooperación comercial como las de la franja y la ruta. De esta manera, el tradicional bloque de poder de las potencias occidentales, se ve equilibrado en el escenario mundial por estos nuevos actores de países emergentes que articulan pragmáticamente desde los intercambios comerciales y la cooperación para el desarrollo, para obtener mayores niveles de autonomía política en el tablero mundial.
En cuanto a Estados Unidos, en este año de elecciones de medio término en el país, una reciente encuesta muestra el nivel más bajo de aceptación de Joe Biden de su mandato, con el 39% de aprobación de su desempeño y con sólo 2 de cada 10 norteamericanos que creen que el país va en la dirección correcta. Las principales preocupaciones de la población están referidas a la situación económica que vive el país. Como dato en la semana las cadenas minoristas más importantes del país como Wallmart y Target reflejaron pérdidas en el trimestre que produjeron la caída en Wall Street más grande de los últimos dos años. El efecto de esas grandes cadenas repercutió también en otras minoristas como ‘Dollar Tree’ que cayó un 14,4% y ‘Dollar General’ un 11,1%. ‘Best Buy’ con un 10,5% y ‘Amazon’ con un 7,2%. Las empresas se vieron afectadas por la inflación, los problemas en la cadena de suministro y los mayores costos de combustible y transporte, que redundó en una baja de ventas. La desestabilización de precios del mercado de petróleo por la guerra de Ucrania benefició a América Latina, que vende más petróleo a EEUU para sustituir los barriles de Rusia. En ese sentido, Mexico aumentó hasta un 27% la exportación de fuel oil a Estados Unidos entre marzo y abril. Además, el país del norte se mostró dispuesto a rebajar sanciones a Venezuela planteando la posibilidad de levantar la prohibición a la petrolera estadounidense Chevron de negociar con la estatal venezolana Pdvsa. La razón esgrimida en ese caso es la del retorno de las negociaciones con la oposición venezolana enrolada en la Plataforma Unitaria. Las condiciones que ha impuesto Venezuela para avanzar en el diálogo es la liberación del diplomático venezolano Álex Saab, extraditado a Estados Unidos.
Otro gesto de distención hacia la región lo dio Estados Unidos durante esta semana al flexibilizar el envío de dinero y los viajes a Cuba, levantando una sanción impuesta durante la era Trump. El gobierno cubano evaluó como positiva la medida pero totalmente insuficiente dada la continuidad del discurso hostil hacia la isla y el llamado a distintas formas de rebelión de sus habitantes. El presidente cubano Miguel Díaz Canel aprovechó también para repudiar la decisión de EEUU de no invitar a la isla a la Cumbre de las Américas del mes próximo, afirmando que Washington “debería tener la capacidad y la valentía de escuchar a todos”.
Precisamente, Estados Unidos viene siendo cuestionado por diversos países de América Latina frente a la impugnación que pretende hacer a Venezuela, Cuba y Nicaragua en la Cumbre a realizarse en Los Ángeles desde el 6 al 10 del mes próximo, y estos gestos de distensión pueden entenderse como forma de recuperar el protagonismo en la región. De concretarse estos vetos, los presidentes de países como México y Bolivia anunciaron al momento que no participarían, mientras que otra gran mayoría de mandatarios cuestionaron esas exclusiones. Washington aún no ha enviado las invitaciones formales al encuentro que se realiza cada 3 años desde 1994 pero los cuestionamientos han surgido incluso de mandatarios de diversos espectros ideológicos que van desde gobiernos populares hasta el propio Jair Bolsonaro de Brasil. Así las cosas, al momento, la Cumbre continúa desdibujada dentro la estrategia hegemónica del panamericanismo impulsada por Estados Unidos en la región.
En cuanto a América Latina, otro hecho destacable es la finalización del borrador de la nueva Constitución Chilena publicado por la Convención Constituyente, que será plebiscitado el próximo 4 de septiembre. La elaboración de la nueva carta magna llevó el trabajo de 103 sesiones en pleno de la convención constituyente y se compone de 499 artículos y 160 páginas. Además de ser una alternativa a la constitución pinochetista, se destacan una serie de derechos sociales y garantías para la igualdad sustantiva de mujeres, hombres, diversidades y disidencias sexogenéricas; la paridad de mujeres en todos los órganos estatales y empresas públicas y semipúblicas, entre otras cuestiones a destacar.
Por último, en Argentina continúan contabilizándose un récord histórico de exportaciones en el mes de abril US$ 8.327 millones, con un crecimiento interanual del 35,6%, que fue impulsado por un aumento de 23,7% en precios y 9,6% en cantidades. De esta forma, completando los cuatro meses del año se acumulan un total exportado record de US$ 27.681 millones. Los principales mercados de exportación fueron Brasil, Estados Unidos, Chile, China e India. Sin embargo, también aumentaron las importaciones durante los primeros cuatro meses, con lo que el saldo comercial totaliza unos US$ 2.829 millones a favor. El desafío de la etapa continúa siendo el de disciplinar a los factores del poder económico concentrado para que los datos de crecimiento económico puedan redundar en una mejor distribución del ingreso para los sectores populares, golpeados durante los años neoliberales del macrismo y la pandemia.