El G7 recobra protagonismo frente a Rusia y su marco de alianzas

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Desde el domingo 26 al martes 28 de junio se desarrolló la cumbre  del G7 en la ciudad bávara de Scholss Elmau, en el transcurso del quinto mes del conflicto militar en Ucrania. El canciller Olaf Scholz afirmo en la previa que “Ucrania necesita hoy un plan Marshall para su reconstrucción”, dando la centralidad al conflicto bélico. Sin embargo también llamó a no descuidar la responsabilidad por los desafíos globales como la crisis climática y la pandemia.

Balance de la cumbre

Los líderes del G7 centraron su primera jornada en los temas económicos globales: la caída de las tasas de crecimiento, el aumento de la inflación, la escasez de materias primas y la interrupción de la cadena de suministro. En ese plano la principal iniciativa que impulsó la cumbre es la Asociación para la Infraestructura Global y la Inversión, con la que los socios del G7 planean movilizar hasta 600 mil millones de dólares en inversiones públicas y privadas en los próximos cinco años. Esta propuesta se basa en el financiamiento de infraestructura productiva en tecnologías sustentables para el desarrollo de diversas regiones del mundo. Sería la ampliación de la Iniciativa Europea Global Gateway,  que tiene como objetivo movilizar hasta 300.000 millones de euros en inversión para infraestructura y conectividad global para 2027. Como ejemplo de la megainiciativa, Alemania ofreció a Sudáfrica un préstamo de desarrollo de 300 millones de euros en el marco de las Asociaciones Conjuntas de Transición Energética para financiar la transición energética. El financiamiento de estas obras de infraestructura tienen como objetivo contrarrestar la influencia de la inversión China, y está orientado a abroquelar a diversos países y regiones del mundo detrás de los alineamientos y las instituciones de occidente. 

Otro tema central en la Cumbre estuvo dado por la guerra en Ucrania, que unificó a todos los integrantes del bloque. A pesar de las incertidumbres económicas derivadas del conflicto, los miembros prometen ser inflexibles en cuanto a las sanciones y la condena a Rusia, hasta obligarla a negociar la paz en condiciones de mayor debilidad. En ese sentido desde Estados Unidos prohibieron la importación de oro de Rusia (segundo producto de exportación después de los hidrocarburos) y ampliarán las restricciones a la industria de sectores clave para la defensa militar rusa.  Por otro lado, continúan responsabilizando a Moscú por la retención del cereal ucraniano, que provoca aumentos de precios y el peligro de hambrunas en diversas partes del mundo, en especial en África. Rusia ya ha respondido a esta acusación afirmando que es el minado de Ucrania y las sanciones a Rusia las que impiden ese intercambio. En cuanto al apoyo a Kiev, los miembros del G7 resolvieron nuevas partidas presupuestarias para asistencia militar y humanitaria con la que estiman alcanzar a un total de 29 mil millones de dólares desde el inicio del conflicto.

Por último, también abordaron a crisis ambiental, marcando la necesidad de avanzar hacia la transición ecológica que permita alcanzar los objetivos propuestos en la COP 26 frente al cambio climático. En ese plano acordaron establecer un Club del Clima a finales de año con propuestas e iniciativas concretas para avanzar en esa dirección. Este desafío se ha potenciado por las sanciones a los hidrocarburos impuestas a Rusia, en especial al gas, que requiere del reemplazo por otras fuentes más contaminantes como el carbón. 

Pero las resoluciones de la Cumbre también dejaron de lado problemáticas importantes en las que sí se había hecho mención en anteriores ediciones. Entre las más importantes se omitió avanzar en la aplicación de un impuesto a las grandes fortunas y el alivio o la condonación de las deudas externas de los países más pobres.

Implicancias Geopolíticas del G7

El G7 (Canadá, Francia, Italia, Japón, Reino Unido,  Estados Unidos y el anfitrión Alemania) adquirió una mayor relevancia en el presente contexto mundial en dos aspectos. En lo inmediato, el conflicto de las potencias occidentales frente a la creciente influencia de Rusia en Eurasia luego de la caída del muro de Berlín. Y en lo estratégico, frente a China y los países emergentes, que vienen adquiriendo un mayor protagonismo económico y político en las últimas décadas. Los países miembros del G7 han pasado de representar el 44% del PBI mundial en 2000 al 31% en 2020, pero intentan mantener la hegemonía en el sistema de instituciones de gobernanza global en desmedro de China, Rusia y otras potencias emergentes. El conflicto militar en Ucrania es una muestra manifiesta de este cambio de época a nivel global. Pero también lo es la iniciativa del G7 de contrarrestar el impulso liderado por China para construir relaciones de cooperación Sur-Sur con países emergentes a partir del financiamiento de infraestructura en Asia, África y América Latina, bajo la impronta de La Franja y la Ruta de la seda. Por tal motivo, a la cumbre fueron invitados Argentina (que preside de manera pro tempore la CELAC), Sudáfrica (único miembro africano del G20), Indonesia (preside el G20), Senegal (encabeza la Unión Africana) e India. De esta forma,  el G7 intenta influir tanto en el G20 (compuesto por las 20 principales economías que adquirieron un protagonismo relevante desde la crisis del 2008) como en Naciones Unidas, donde no hay consenso sobre el posicionamiento frente a Rusia y las sanciones económicas impuestas por occidente. Al respecto en esta reunión también fueron invitadas las siguientes organizaciones del sistema de las Naciones Unidas: la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial, la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) y la Agencia Internacional de la Energía (AIE). De esta manera el G7, surgido durante la crisis de los ´70 y que supo incorporar a Rusia hasta el primer conflicto con Ucrania en 2014, vuelve a abroquelarse para contrarrestar el declive de Estados Unidos y el crecimiento de la influencia de China y los países emergentes.

La acción Argentina en la cumbre

El Presidente argentino, Alberto Fernández, adquirió un papel destacado en la cumbre del G7, tanto como representante del país como en calidad de Presidente Pro Tempore de la CELAC. En el marco de los ordenamientos geopolíticos globales, mantuvo una posición autónoma impulsando la urgente resolución pacífica del conflicto, ya que afecta de manera principal a los países de la periferia. Su alocución estuvo centrada en la construcción de una nueva arquitectura financiera internacional que permita generar condiciones de mayor igualdad a los pueblos del mundo para afrontar las crisis climáticas, sanitarias, financieras, energéticas y alimentarias. Para ello manifestó la necesidad de eliminar los sobrecargos cobrados por el FMI a los países endeudados de renta baja y media, y la ampliación de los Derechos Especiales de Giro (DEG) para financiar y capitalizar a los Estados para el desarrollo. Además, abogó por la eliminación de los paraísos fiscales, que redundan en “infiernos sociales” al evadir impuestos que deberían sostener a los estados sociales. Por último cuestionó el aumento de la producción armamentística cuando aún no se cumplió con el financiamiento del Fondo Verde del Clima, y mencionó que América Latina y las periferias son productoras de oxígeno y que son las potencias económicas las mayores responsables de revertir el cambio climático aportando al desarrollo sostenible.

Por otro lado, el presidente mantuvo una nutrida agenda de reuniones bilaterales, entre la que se destacó el encuentro con el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson. Fernández fue determinante en exigir la reanudación de las negociaciones de soberanía sobre las Islas Malvinas, en el marco de la apuesta por la paz, el fin del colonialismo y el derecho internacional. A falta de respuesta concreta del mandatario británico sobre esta cuestión, el presidente argentino manifestó que no es posible avanzar en cualquier otro acuerdo de complementación productiva sin abordar la negociación por Malvinas, de acuerdo a las resoluciones del comité de descolonización de la ONU. En ese contexto exigió avanzar en el restablecimiento de los vuelos regulares a cargo de la línea de bandera entre las islas y el territorio continental argentino. El encuentro se desarrolló en el marco de los 40 años de la guerra de Malvinas y del constante reclamo de la Argentina por la soberanía de las islas.

Por otro lado, el presidente mantuvo reuniones con la titular de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen y con el del Consejo Europeo, Charles Michel. Con ambos planteó la posibilidad de organizar reuniones entre la CELAC y la Unión Europea para abordar cuestiones  multilaterales y regionales como la problemática global del cambio climático. Además, planteo la necesidad de continuar la cooperación internacional y comercial entre Argentina y la Unión Europea, que como bloque es el tercer socio comercial del país y el principal inversor externo.

También se reunión bilateralmente con los mandatarios de Alemania e Italia, Olaf Scholz y Mario Draghi respectivamente, con los que intercambió la posibilidad de arribar acuerdos comerciales en materia de energéticos y alimentos y de cooperación científico-tecnológica en materia de proyectos de biotecnología, medicina y salud, tecnologías agroalimentarias, espaciales y satelitales y energías renovables.

En suma, la delegación argentina impulsó una voz autónoma en representación de los países periféricos y emergentes tanto de América Latina como extensible a otras latitudes para comprometer a las potencias occidentales en un mayor compromiso por la justicia social, económica y ambiental.