Jaque ¿mate? a Ucrania

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por Sebastián Tapia

El reconocimiento por parte de la Federación Rusa de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk cambia las reglas del juego en la crisis ucraniana. El agravamiento de la situación militar en la línea de control entre el gobierno ucraniano y las repúblicas populares llevó al Kremlin a tomar esta decisión. Qué reacciones generó y qué escenarios se abren ahora.

La decisión

En un discurso dirigido a todo su país la noche del 21 de Febrero, el presidente Vladimir Putin anunció que la Federación Rusa reconocería a la República Popular de Donetsk y la República Popular de Lugansk como estados independientes. A continuación, firmó con los presidentes de cada república acuerdos de cooperación y amistad.

En ese discurso, Putin presentó los motivos por los cuales se reconoció a estos estados. Los dos principales fueron: el incumplimiento de los acuerdos de Minsk II por parte de Ucrania, que debería garantizar un estatus especial a estas provincias dentro de Ucrania, y la escalada de violencia en la región.

Los acuerdos fueron ratificados por la Duma Estatal y el Consejo de la Federación Rusa al día siguiente. Estos acuerdos le permiten a Rusia proteger a Donetsk y Lugansk en caso de un ataque ucraniano. Para completar los requisitos legales, el Consejo de la Federación Rusa autorizó al poder ejecutivo a desplegar fuerzas militares en el exterior.

La semana pasada, el parlamento ruso había pedido al presidente que reconozca a estos estados. Entonces, el presidente Putin prefirió dar una chance más a Ucrania para cumplir con los acuerdos de Minsk II. La respuesta ucraniana fue el aumento de las provocaciones en el territorio de ambas repúblicas populares, ya sea mediante el uso de artillería, sabotajes y coches bomba. Esto comenzó después que no se materializara la inminente invasión rusa que venía promoviendo la prensa occidental. Ante la posibilidad de una nueva campaña del ejército ucraniano, ahora con nuevo armamento donado por la OTAN para frenar la “invasión” rusa, contra estas provincias rebeldes, como lo hizo en 2014 y 2015, las repúblicas populares organizaron la evacuación de su población civil hacia Rusia. Este escenario planteó la necesidad del reconocimiento de estos estados para poder garantizar la seguridad de la población rusoparlante en la región.

Rusia pudo haber reconocido a estas repúblicas tras la crisis de 2014, como lo hizo con Osetia del Sur y Abjasia tras la guerra con Georgia en 2008. Sin embargo, se prefirió el camino diplomático. El proceso de Minsk terminó con un acuerdo en el cual las provincias de Donetsk y Lugansk, que buscaron independizarse tras no reconocer al gobierno surgido del golpe de Estado de febrero de 2014 y su persecución a la población rusoparlante, se mantendrían dentro del Estado Ucraniano, pero con un estatus especial autonómico. Sin embargo, los subsecuentes gobiernos ucranianos no implementaron este acuerdo. Francia, Alemania, Estados Unidos y Rusia, garantes de los acuerdos, llamaron al cumplimiento del mismo durante 7 años, pero sin ninguna presión real sobre el gobierno ucraniano.

El reconocimiento de las repúblicas populares pone fin a la estrategia ucraniana de escudarse en las dificultades políticas de la implementación del acuerdo de Minsk, mientras re-equipaba a su ejército para resolver la cuestión de manera militar. Ya no será posible retomar ese acuerdo, pero sí será posible negociar uno nuevo. De esta manera, el gobierno ucraniano deberá entablar negociaciones con Donetsk y Lugansk, algo a lo que se niega desde la firma del acuerdo.

Las reacciones

La Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos, respondieron siguiendo el guion pre-establecido para el caso de la “invasión rusa” a Ucrania. Cada uno instauró una nueva ronda de sanciones económicas contra Rusia. Pero no están obligados, ni se van a comprometer, a enviar tropas en caso de un conflicto armado directo.

La Unión Europea eligió sancionar a los 351 diputados de la Duma que aprobaron el reconocimiento de estos Estados, a 27 personas y organismos que, según ellos, llevan adelante campañas de desinformación y también impedirán el acceso al mercado de capitales europeo por parte del Estado Ruso y de los bancos rusos.

El Reino Unido congeló los activos de cinco bancos rusos (como le encanta hacer, sino pregúntenle a Venezuela) y a varios oligarcas rusos, y les impuso restricciones de viaje. Además se anunció que tiene programadas más sanciones, en caso que empeore la situación.

Estados Unidos también anunció la imposición de sanciones económicas a bancos y miembros de la elite rusa. El presidente Biden dijo que “eso significa que cortaremos al gobierno de Rusia de la financiación occidental”. También se espera que se cierre la importación de algunos productos. Sin embargo, hay algunos productos rusos que Estados Unidos no puede dejar de comprar, como motores de cohetes o minerales estratégicos.

La prensa que responde a los republicanos, y especialmente al trumpismo, como FOX News, sostiene que el interés de Biden en proteger las fronteras ucranianas se basa en un interés personal y no en el interés nacional estadounidense. Recuerdan el alto cargo que mantenía Hunter Biden, el hijo del presidente Joseph Biden, en la mayor compañía exportadora de gas de Ucrania y promueven la idea que Biden está más preocupado por cuidar la frontera entre Ucrania y Rusia que la frontera entre México y Estados Unidos.

Un caso especial fue la reacción de Donald Trump a la decisión rusa de reconocer a las repúblicas populares y la tibia reacción de Biden. En una entrevista, Trump aprovechó para señalar la debilidad presidencial, en su estilo casual:

“Pero aquí hay un tipo que dice, ya sabes, ‘Voy a declarar independiente a una gran parte de Ucrania’, usó la palabra ‘independiente’, ‘y vamos a salir y vamos a entrar y nosotros vamos a ayudar a mantener la paz”. Tienes que decir que eso es bastante inteligente. ¿Y sabes cuál fue la respuesta de Biden? No hubo respuesta. No tenían una para eso. No, es muy triste. Muy triste.”

Alemania, por su lado, decidió inmolarse en nombre de la solidaridad con Ucrania y canceló el proceso de certificación del gasoducto Nordstream II. Ahora deberá pagar un costo más alto de gas, lo que provocará un aumento en los costos de producción, pero al menos obtendrá una palmada en la espalda por realizar lo que Biden había prometido. No sé si los socios financieros europeos del gasoducto (Shell, Engie, OMV, Uniper y Wintershall) estarán de acuerdo con esa decisión, pero sí se verán afectados.

El portavoz del Secretario General de la ONU, Stéphane Dujarric, declaró que los acuerdos de Minsk “son marcos diplomáticos que existen, que permanecen, y deben ser utilizados como una vía de reducción de tensiones”, ignorando por completo la complejidad de la situación actual. También marcó la oposición del Secretario General a la decisión rusa, declarando que:

“El Secretario General considera que la decisión de la Federación de Rusia es una violación de la integridad territorial y la soberanía de Ucrania y es incompatible con los principios de la Carta de las Naciones Unidas.”

En respuesta, el canciller ruso, Sergei Lavrov comentó:

“Con respecto a la situación en Ucrania, el secretario general [de la ONU] no ha alzado la voz ni una sola vez para apoyar la necesidad de cumplir con los requisitos del Paquete de Medidas de Minsk y la Resolución 2202 del Consejo de Seguridad [de la ONU] que exigen directamente resolver todos los problemas mediante la coordinación entre Kiev, Donetsk y Lugansk. Nadie mencionó esto en Occidente. Y, desafortunadamente, el secretario general siguió este triste ejemplo”.

¿Y Ucrania?

La reacción ucraniana fue tan variada como la cantidad de oligarcas que se disputan el control del gobierno. La Verkhovna Rada, el parlamento ucraniano, inmediatamente aprobó una declaración pidiendo a Rusia que de un paso atrás con el reconocimiento de las repúblicas populares y llamando al resto del mundo a imponerle sanciones económicas. Incluso piden su desconexión del sistema interbancario SWIFT, algo que Ucrania no puede controlar. Sin embargo, todavía no aprobó ninguna ley imponiendo sanciones o llamando a su gobierno a hacerlo.

El ejército ucraniano, que incluye la participación de grupos paramilitares neonazis en su “Batallón Azov”, incrementó el bombardeo de artillería sobre Donetsk y Lugansk.

El presidente, Volodimir Zelensky, mantuvo una posición más moderada. Llamó al diálogo: “Estoy listo para hacer esto ya sea en un formato bilateral o con la participación de otros líderes”, negó la necesidad de llamar a la movilización masiva de la población para el ejército, propuso cambios económicos que le otorguen más independencia económica, y llamó a la unidad política con la oposición. Al menos con aquella oposición que todavía no está proscripta o encarcelada.

Hace unos días, el sitio ucraniano Strana.ua, publicó que en los círculos allegados al presidente Zelensky se manejaba la hipótesis de promover que Rusia reconozca a Donetsk y Lugansk para así evitar que el presidente corra con el costo político de cumplir con los acuerdos de Minsk. Cabe recordar que el presidente Petro Poroshenko, quien firmó los acuerdos en 2015, ahora es acusado de traición a la patria. Manifestantes de extrema derecha impidieron la sanción de la ley que iba a implementar la descentralización y que llamaba a crear otra ley para darle el estatus autonómico a las provincias rebeldes en 2015. Las protestas causaron un muerto y cientos de heridos, un costo que Zelensky tampoco quiere pagar. Sin poder manejar a estos pequeños, pero poderosos, grupos neonazis y sin poder contar con el apoyo de otros oligarcas para implementar el acuerdo de Minsk, Zelensky se ve relajado tras que Putin le haya puesto fin a esa farsa.

Nuevos escenarios

De todas maneras, la situación sigue sin resolverse y la tensión militar en la zona sigue creciendo. El futuro de la región queda en manos del gobierno ucraniano, que podría presentar las siguientes respuestas:

  1. Desatar una ofensiva militar contra Donetsk y Lugansk. Esto haría que Rusia ingrese con su ejército para defender a las repúblicas populares, elevando el costo en vidas para ambos lados. Lo mejor que puede hacer en ese caso la OTAN, EEUU,  la UE y sus socios occidentales, es incrementar las sanciones económicas y la ayuda en equipamiento militar. Pero los muertos los pondrán los ucranianos.
  2. Congelar el conflicto. Al igual que hizo Georgia en 2008, ignorar el reconocimiento y la independencia de estas repúblicas, pero no volver a intentar ocuparlas militarmente. Evita así el costo de la sangre derramada y deja la negociación política para un futuro.
  3. Aceptar la independencia de las repúblicas populares y negociar un acuerdo de paz. Esta opción podría traer más estabilidad a largo plazo, aunque podría costarle la carrera política a Zelensky, por los mismos motivos que se rehusaba a cumplir los acuerdos de Minsk. La ventaja de negociar ahora sería poder reconocer sólo las fronteras que las repúblicas tienen en este momento, entre la mitad y un tercio del territorio reclamadas por ellas. Si el acuerdo de paz llegara después de una derrota militar, como en 2015, las condiciones podrían ser peor para Ucrania y perder las provincias por completo, si no es que otras provincias se suman al reclamo de independencia.

El reconocimiento de las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk por parte de Rusia incluye las fronteras que éstas repúblicas reclaman en su Constitución. Es el territorio de cuando eran una provincia ucraniana, mayor al que tienen ahora. Esto fue aclarado por el gobierno ruso, lo que le permite luego a estas repúblicas negociar con Ucrania la devolución de estos territorios – o incluso lanzar una ofensiva para recuperarlos. En ese caso, es una manera más de presionar a Kiev para que acepte las condiciones dadas, antes de perder más en el campo de batalla.