Por Ariadna Dacil Lanza
Lula, luego de un gesto de “moderación” al definir su fórmula presidencial junto al exgobernador de San Pablo y rival histórico Geraldo Alckmin, busca interpelar a su base electoral histórica en un contexto global de inflación disparado por la pandemia y continuado por la guerra en Ucrania. El 1 de mayo hizo un acto junto a centrales sindicales y por estos días lanzó también una campaña comparando el poder adquisitivo actual de los brasileños con el de 2010. Si la decisión de sumar al ex tucano fue un guiño al centro, ahora, en momentos en que las encuestas retratan la desaparición de la tercera vía y la polarización entre Lula y Jair Bolsonaro, el líder del Partido de lo Trabajadores (PT) habla directamente a los sectores más afectados por pérdida de sus capacidades de compra, en el camino a garantizarse una victoria el 2 de octubre. Sin embargo, la agenda presidencial sigue sumando adeptos pese a los indicadores de precios desfavorables.
Según una encuesta del Instituto FSB difundida por la Confederación Nacional de la Industria (CNI), el impacto de la inflación -donde los alimentos, energía y combustibles tienen un peso mayor- fue sentido por el 95% de los brasileños en tanto que el 76% tuvo sus economías afectadas por el aumento veloz de los precios que impactó negativa y rápidamente en sus vidas diarias. Es decir, 76% de los brasileños dijo que su situación financiera se vio afectada por la inflación.
Y es que la inflación trepó a niveles no visto desde hace casi tres décadas en lo que se refiere a variación de un mes a otro. En concreto, la inflación medida por el Índice Nacional de Precios al Consumidor Ampliado 15 conocido como IPCA-15 (mide la inflación desde el día 16 del mes previo al día 15 del mes actual) se aceleró al 1,73% en abril, según informó la semana pasada el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). Se trata del cambio más grande para el mes en 27 años. Hay que remontarse al año 1995 en tiempos del Plan Real para ver números similares.
Desde la campaña de Lula -aun no lanzada oficialmente, se hará el sábado- leyeron ese descontento e iniciaron una cruzada para criticar un flanco del gobierno: con dos carritos de supermercado compararon lo que los brasileños podían comprar en 2010 con el gobierno del PT y lo que pueden adquirir con Bolsonaro en el Ejecutivo nacional. El mundo es otro pero la imagen de los dos carritos no deja de ser un golpe visual.
“Todos ustedes, incluso los que son jóvenes, deben tener algún familiar que haya vivido los mejores momentos de mi gobierno. El salario mínimo tuvo un aumento real y la inflación se ubicó en 4,5%, el promedio que establecimos. En abril, la inflación fue la más alta en 27 años”, se hizo eco Lula en redes.
Lula también retomó el tema en su discurso en la plaza Charles Miller, en San Pablo, durante el acto por el Día del Trabajador organizado por siete centrales sindicales; CUT, Fuerza Sindical, UGT, CTB, NCST, Intersindical Central de la Clase Trabajadora y Central de Empleados Públicos. Allí, rodeado de sus orígenes políticos, expresó: “Tenemos que hacer una lucha inconmensurable para que podamos reducir la inflación y transformar lo que es inflación en un aumento salarial para que la gente pueda comer y vivir mejor”.
Si bien es una observación válida la de la presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, quien remarcó que a diferencia de Bolsonaro, que llama a movilizarse contra el Superior Tribunal Federal (STF), “el presidente Lula está en la periferia discutiendo con las mujeres cómo enfrentar la situación actual” para llegar a fin de mes, no es la única agenda que interpela. Porque es evidente que el incremento de precios afecta también a la base electoral del actual presidente, pero existen otros clivajes desde los que él sigue convocando. El cuestionamiento a los demás poderes ha sido una constante y hasta llegó a movilizar a “bolsominions” por ejemplo en contra del Congreso y pidiendo que lo cierren. Lo propio con la Corte cuyo último enfrentamiento terminó en la decisión presidencial de indultar a un diputado que el tribunal había condenado por amenazas a ese poder del Estado. En la misma línea fue su discurso por el 1 de mayo, habló de la defensa de la Constitución, la libertad, la familia y de dios, mientras que sus seguidores demandaban impeachmen para las máximas autoridades del poder judicial.
El relativizar la legitimidad de la Justicia por parte del gobierno se da también en un momento en que Lula logra que las distintas instancias legales le den la razón y limpian su imagen. La semana pasada fue el turno del Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU) el cual concluyó que el exjuez Sergio Moro fue parcial en el juicio de los casos contra el expresidente en el contexto de la Operación Lava Jato. Además aseguró que sus derechos políticos fueron violados en 2018, ya que se le impidió participar en las presidenciales que consagraron a Bolsonaro como titular en el Planalto.
Pero pese a estos avances, la campaña petista mantiene un tono pragmático. Además del foco puesto en la inflación se vienen meses de viajes por el interior del país donde Lula y Alckmin anticiparon que algunas veces irán juntos y otras por separado, leyendo la necesidad de cada lugar. Probablemente el desafío mayor será que el ex líder del PSDB logre seducir a sectores industriales y del agro reticentes al PT.
Del lado bolsonarista, insistir en el debilitamiento del “judiciario” durante lo que ya se puede considerar campaña electoral, le permite seguir mostrándose como un antisistema -pese a haber ocupado por casi tres décadas una banca en la Cámara de Diputados- y también lo ayuda a abonar una narrativa de víctima ante una eventual pérdida electoral que le serviría para cuestionar e impugnar el resultado.
El achicamiento de la distancia entre Lula y Bolsonaro, mencionado en la anterior edición de Conexión Brasil, y la polarización de la campaña indica que el clivaje económico, aunque legítimo, no será el único de peso en la elección de octubre y la cruzada demandará niveles de ingenio que no desestimen la narrativa bolsonarista a priori por más que se parezca al espanto.