La crisis en Perú no va a terminar

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Por Florencia Tursi Colombo

Esta semana se agudizó la crisis política en Perú. 

Entre el intento de cierre del Congreso por parte del presidente Castillo, su posterior detención, la aprobación de la moción de vacancia, la asunción de una nueva presidenta y el estallido de las movilizaciones que reclaman por el llamado a elecciones.

Por lo pronto, la crisis política no muestra indicios de que vaya a terminar.

¿Qué sucedió?

El miércoles 7 de diciembre era el día en el que el Congreso del Perú debía reunirse para decidir sobre el tercer intento de vacancia contra Pedro Castillo.

Se creía que en esta oportunidad el Congreso podía llegar a reunir los votos necesarios para vacarlo. 

Temprano por la mañana, el presidente Castillo anunció el cierre del Congreso y el llamado a nuevas elecciones. 

El cierre del Congreso puede hacerlo el Ejecutivo cuando se le niega la confianza 3 veces. Pero a Castillo se le había negado 2. Probablemente, el Congreso, no le iba a dar el voto de confianza al nuevo gabinete que había asumido hace un par semanas, el problema es que eso no se había votado aún. Castillo se adelantó porque, justamente, ese día 7 se iba a votar la vacancia y era muy probable que sí salga.

Si bien el cierre del Congreso es una posibilidad que contempla la Constitución, Castillo forzó la norma para emplearla cuando, en realidad, no aplicaba. De ahí que se hable de intento de golpe o autogolpe.

Ni las fuerzas armadas, ni el poder judicial, ni el legislativo, ni el propio gabinete de Castillo aceptaron las medidas de excepción planteadas por el presidente por lo que terminó quedando solo en su intento de cierre del Congreso y llamado a elecciones.

El Congreso se reunió y aprobó la vacancia pese a que Castillo no tuvo posibilidad de defensa en tal moción como plantea la Constitución. Es decir, la aprobación de la vacancia también presenta irregularidades tales como la vulneración del derecho a la defensa.

Como consecuencia de la vacancia, la vicepresidenta Dina Boluarte asumió la presidencia.

Castillo fue detenido. Se encuentra en prisión preventiva por sedición, perturbación de la tranquilidad y abuso de poder.

Estallido

El mismo miércoles iniciaron las manifestaciones. Al comienzo se daban expresiones de distinto tipo, algunos/as se expresaban contra el autogolpe, otros/as contra el Congreso, y otros/as en apoyo a Castillo.

Algunas de esas expresiones se fueron desarmando y lo que quedó fue la reacción del pueblo reclamando elecciones generales y asamblea constituyente.

Las manifestaciones, que aún continúan, piden que haya elecciones. Rechazan al Congreso y la forma en la que se avanzó con la vacancia y se designó a Boluarte.

Piden adelantar elecciones. Y se reavivó el pedido de una nueva Constitución.

Es un estallido social similar al de noviembre del 2020 cuando se dio la vacancia de Vizcarra y la asunción irregular de Merino.

En tal estallido de hace 2 años también había surgido el pedido popular por una nueva Constitución, el problema es que quedó en nada.

La victoria de Castillo en las elecciones del 2021 con la promesa de una nueva Constitución capitalizaba tal descontento. 

Durante los 16 meses de presidencia de Castillo, el gobierno se estancó en una dinámica de disputa con el Congreso que le impidió hacer grandes cambios. 

La población percibe que nada fundamental cambia. 

Cambian los presidentes por decisiones de poder y se profundiza la crisis política pero no cambia el futuro del pueblo. 

Conspiraciones

Un gran interrogante es por qué Castillo avanzó con el cierre del Congreso sabiendo que no era un procedimiento válido en este caso.

En primer lugar hay que tener en cuenta que la democracia está rota, desde hace mucho, en Perú.

Las constantes disputas entre el ejecutivo y el legislativo no pueden ser enmarcadas dentro de lo democrático. 

Yendo más lejos, ni la Constitución es democrática ya que fue hecha por Fujimori en el marco del autogolpe. De aquí que el estallido popular reclama por una nueva Constitución.

En segundo lugar, las circunstancias que antecedieron a está última crisis y estallido son sospechosas. 

La visita de la OEA semanas atrás por pedido del presidente Castillo para que se expida sobre la democracia ha traído sospechas sobre qué tanto sirvió tal visita, o si no ejerció presión para que se de tal desenlace de mayor inestabilidad.

También el rol de Boluarte en las últimas semanas da para pensar en algún tipo de conspiración entre sectores políticos del gobierno con la derecha en el Congreso. 

Boluarte se había distanciado de Castillo renunciando al Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social. Y había llegado a decir que en caso de que se apruebe la vacancia de Castillo ella renunciaría también. Pero eso no sucedió. Su rápida toma de posesión de la presidencia trajo sospechas.

Finalmente, el rol de los mercados y de la economía han jugado allí sus fichas también. La aparente estabilidad económica en medio de la crisis da cuenta de un profundo problema político. 

La economía no cambia, mantiene su moneda y su baja inflación. Esto que es halagado por distintos sectores, sobre todo de la derecha latinoamericana, en realidad esconde a una elite que no fue democráticamente electa, pero que es la que en verdad toma decisiones y regula, pasando por encima de las iniciativas y de los representantes democráticos del pueblo.