Por Ariadna Dacil Lanza
El gobernador de San Pablo, Joao Doria, hizo correr la idea de que se bajaría de su candidatura a la presidencia de cara a las elecciones de octubre 2022. El objetivo del líder del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), era abrirse paso a las presidenciales en una supuesta vía del medio entre el presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Luis Inacio “Lula” da Silva. Sin embargo, las encuestas insisten en repetirle que es una mala decisión, en general los sondeos lo muestran arañando en promedio un 2%. Pero tan pronto como se diseminó ese rumor de renuncia, también circularon las acusaciones en su contra que aseguraban que pasaría de haber sido “víctima” de traiciones en su partido a ser él mismo un “traidor” para toda la vida. ¿A qué se debe este fuego cruzado? Al pacto no escrito -o al menos, no publicado- que se hizo entre los dos máximos exponentes del Ejecutivo del estado clave para cualquier elección presidencial, San Pablo, donde Doria le habría prometido a su vicejefe de gobierno, Rodrigo García, que dejaría su cargo para que ocupara su lugar. Finalmente el plan siguió y Doria por ahora mantiene su carrera al Planalto y para eso tuvo que renunciar a su cargo como gobernador. El gobernador de Río Grande, Eduardo Leite, también del PSDB había suspirado con esperanza frente al rumor de desplazamiento de Doria pero éste, quien le había ganado la interna partidaria con menos de 10 puntos, no le dio el gusto.
“No hubo renuncia (a la candidatura), hubo sí planeamiento para que podamos obtener lo que conseguimos; el apoyo explícito del PSDB a través de su presidente Bruno Araujo”, dijo Doria después del revuelo.
“Reafirmó que el candidato a Presidente de la República por el PSDB es el Gobernador del Estado de São Paulo, Joao Doria, elegido democráticamente en primarias nacionales realizadas en noviembre de 2021. Las primarias serán respetadas por el partido (…) Y no hay, ni habrá ningún cuestionamiento a la legitimidad de su candidatura por parte del partido”, dice un extracto de la carta de Araujo.
Imposible comprobar si realmente fue un plan para un operativo clamor a favor de la candidatura de Doria o si éste evaluó seriamente bajarse y buscó medir el clima de su potencial decisión. Cualquiera sea el cálculo, la herida quedó expuesta.
La vía del medio, que había comenzado a poblarse, el tiempo parece barrerlas y favorecer un escenario de polarización. Mientras los tucanos disputaban sus diferencias, el otro exponente de la “tercera vía”, el exjuez del Lava Jato y exministro de Justicia de Bolsonaro, Sergio Moro, bajaba su afiche de presidenciable por el partido Podemos -al que se había afiliado apenas en noviembre pasado- para subir el de candidato a un puesto menor y desde otro espacio; una banca en la Cámara de Diputados por el partido Uniao Brasil. Contrariamente a Doria, Moro acumulaba en los sondeos (tomados entre comillas) las preferencias de un 8% que lo ubicaban -aunque lejos- en un tercer lugar después del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y el Partido Liberal (PS). Sin embargo, también se desdijo cuando aseguró que en realidad no había renunciado a su aspiración presidencial. Pero su nuevo espacio parece haberlo recibido con los brazos abiertos a él aunque no así a sus intenciones de liderar el Ejecutivo nacional.
Algunos analistas ya habían anticipado una posible baja de Moro incluso en días de su afiliación a un partido pequeño como Podemos pero también es imposible determinar si la idea de renunciar ya estaba también en los cálculos del exjuez.
¿Son estas dos “tendencias” paralelas que nunca se encuentran o buscarán cruzarse? Al menos el pasado reciente los une, ambos hicieron campaña por Bolsonaro y el magistrado incluso integró el gobierno del excapitán del Ejército.
“Cuanto más nos enfoquemos en esta alternativa de centro, si existe la posibilidad de tener una sola candidatura -con las que polarizan el proceso y con la de Ciro Gomes-, una sola candidatura en este campo de centro, tiene una probabilidad muy alta de pasar a la segunda vuelta, tomando uno de esos escaños que polarizan la elección”, había soñado Araújo en enero pero nada de eso sucedió.
El tiempo para las alianzas entre partidos aún está abierto pero no así el libro de pases para cada uno de los partidos, es decir, quienes quieran participar en las elecciones generales de octubre ya tienen definido dentro de qué espacio jugarán. Otro de los deadlines que se vencieron la semana pasada fue el de la “incompatibilidad” que obliga a los funcionarios a renunciar en caso que quieran disputar algún cargo este año. Ese fue el caso por ejemplo del vicepresidente de Bolsonaro, Hamilton Mourao, que buscará una banca en el Senado.
“A los ministros que se van hoy, les agradezco el trabajo que han hecho en nombre del pueblo brasileño y les deseo éxito en su próximo viaje. A quienes hoy asumen las carteras, mis sinceros deseos de acogida y fructífera labor”, publicó el general en su cuenta de Twitter junto a una foto de Bolsonaro con su gabinete renovado.
En las filas de la candidatura de Lula, que viene sumando adhesiones, hubo un pequeño ruido entre un grupo de activistas del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), que si bien uno de sus líderes Guillerme Boulos apoya la alianza con Geraldo Alckmin (recientemente afiliado al Partido Socialista Brasileño), este sector no. Por eso, difundieron un documento en el que criticaron a la dirección del partido por señalar apoyo a la fórmula PT-PSB y por negociar la creación de una federación con la Red aprobada días atrás.
El vencimiento de ambos plazos, el de filiación y el de incompatibilidad, fue el motivo por el que hubo movimientos en las capas tectónicas de la política brasileña que terminaron por despejar las esperanzas serias, por el momento, de una tercera vía con capacidad de gobernar.