por Ariadna Dacil Lanza
Chile va a las urnas para definir quién será su próximo Presidente para el período 2022- 2026, paso que quedó inconcluso el pasado 21 de noviembre cuando votaron entre siete candidatos a ocupar el mayor cargo de su Poder Ejecutivo, además de 155 Diputados/as y 27 Senadores/as que asumirán en marzo de 2022 y a 302 miembros de los dieciséis consejos regionales del país.
José Antonio Kast del Partido Republicano (PR) de Chile y Gabriel Boric, actual candidato por el Pacto Apruebo Dignidad (Frente Amplio, PCCh, y otros) se enfrentarán en un balotaje este 19 de diciembre. La contienda se vive en el país como un momento decisivo, donde deberán optar por una de las dos coaliciones que nunca fueron gobierno y que se encuentran corridos un poco más a los extremos de lo que fueron las presidencias de Sebastián Piñera y Michelle Bachelet.
La incógnita que sobrevuela es qué pasó con el estallido social y cómo se explican estos discursos de seguidores que arengan “Viva Chile y Pinochet” o “Chile nunca será comunista”, y que se hacen eco del discurso de Kast, que durante la campaña dijo “si Pinochet estuviera vivo votaría por mí”, y que ahora es el favorito para el balotaje. Además, el candidato que tiene puntos de encuentro con Jair Bolsonaro y que trazó lazos con Vox de España, propone que en el plebiscito “de salida” que debe afrontar la nueva Constitución -que está redactando la Convención Constituyente en Chile- se la rechace y se mantenga la que data de la dictadura. Esta continuidad que propone Kast recuerda que la transición democrática en Chile se dió a partir del plebiscito de 1988 con una pequeña diferencia de votos entre los que querían sostener al dictador y quienes lo rechazaban.
Otra pregunta que resuena es cuánto sintonizan los “vencedores” con los reclamos de la sociedad, porque si bien Kast se quedó con el 27,9% (en 2017 había sido candidato pero solo obtuvo un 8%) de los votos y Boric con el 25,83%, ambos reúnen una ínfima porción de sufragios; casi 3.8 millones de un total que superó los 7 millones pero de un padrón que es mayor a los 15 millones (el voto es voluntario desde 2012). Está claro que son números que se ubican en el promedio histórico (esta es la sexta elección en 12 meses y en ninguna se superó el 51% de participación) y que las reglas de juego indican que un presidente puede ser electo por esos márgenes pero en un escenario de polarización y un sin números de indecisos y desencantados, quien asuma la próxima presidencia tendrá delante suyo una enorme porción de la sociedad que no lo eligió.
Los programas de ambos candidatos son radicalmente diferentes pero de cara al balotaje debieron moverse hacia el centro para intentar capturar votos. En el caso de Kast, editó su programa cambiando el tono de sus consignas relativas a los derechos de las mujeres -pasó de pedir la eliminación del Ministerio de la Mujer a sostenerlo con cambios, una de las nueve condiciones que puso el excandidato de Piñera, Sebastián Sichel para apoyarlo en segunda vuelta- y en lo relativo a sus consignas más xenófobas. Sin embargo, la propuesta de dar de baja la ley de 2017 que permite el aborto en tres causales o sus posturas sobre la inmigración se mantuvieron.
Por el lado de Boric, se trató de no resignarse a ceder las consignas relativas a orden y seguridad además de moderar otras propuestas argumentando que se busca “viabilizar” el programa original. Por ejemplo, de la idea de una reforma tributaria que recaude un valor similar al 6% del PBI durante su mandato de cuatro años se pasó a un punto menos de recaudación aunque mantuvo el objetivo final de 8% en dos períodos presidenciales.
Boric había pedido a sus seguidores la noche de la primera elección que salieran a convencer a todos sin confrontación porque “no sobra nadie”. Por eso el programa del ex líder estudiantil viró un poco hacia el centro buscando adhesiones de electores aunque no declinó en su idea de avanzar hacia un modelo de Estado más bien expansivo en términos de asistencia social y servicios sociales.
Estos cambios programáticos fueron acompañados de guiños de los diferentes líderes del Nuevo Pacto Social (integrado por los partidos Por la Democracia, Radical, Socialista, Demócrata Cristiano, Ciudadanos, Liberal y las plataformas Nuevo Trato y Nuevo Chile) que llevó a Yasna Provoste y que era esperable que apoyara a Boric. Además, el candidato del Frente Amplio tuvo el apoyo de su contrincante de primera vuelta, Marco Enriquez Ominami y se reunió con el expresidente Ricardo Lagos (2000-2006) y recibió un espaldarazo de la expresidenta y hoy Alta Comisionada para los DDHH de la ONU, Michelle Bachelet, quien hizo público un mensaje donde explicitó: “No da lo mismo por quién se vota. Y por eso, yo voy a votar por Gabriel Boric”.
Mientras que el oficialista Chile Vamos (compuesto por la Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional, Evolución Política-Evópoli y el Partido Regionalista Independiente Demócrata) que llevó a Sebastián Sichel y que se inclinó por Kast. Pero la definición más esperada fue la de Franco Parisi del Partido de la Gente (PDG) -candidato que hizo campaña sin estar en el país por una causa judicial por no pasarle la cuota de alimentos a sus hijos y que se quedó con el 12,8%- que terminó inclinándose por el líder del PR en un momento clave.
El mensaje de apoyo llegó menos de 24hs antes de la elección en plena veda electoral: “Ayer el PDG habló fuerte y claro respecto a la elección que tenemos mañana, el candidato Kast arrasó (…) Si me preguntas qué votaría, yo sigo a mi colectivo”. Fue después de realizar una consulta online entre sus electores llamada “Democracia Digital” en la que les consultaban a su base a quién consideraban que debían apoyar en el balotaje en la que el 61,41% se inclinó por Kast y en cuarto lugar -después de las opciones Nulo y Libertad de acción- quedó Boric con el 6.58%. Parisi había obtenido poco más de 900 mil votos y en la consulta participaron menos de 25 mil personas.
Es clave también ver los resultados de las legislativas porque al ser dos candidatos de “los extremos”, al igual que entre el electorado, tendrán que buscar aliados entre los partidos del centro para gobernar porque, sea quien sea el ganador, ninguno tendrá mayoría. Por otro lado, el Congreso tiene un rol decisivo, porque una vez redactada la nueva Constitución, en caso que esta modifique puntos nodales del sistema político -puede llegar a cambiar la duración de los cargos electivos, eliminar el Senado, e incluso pasar a un semipresidencialismo o un parlamentarismo- será el que defina si llamará a elecciones anticipadas para volver vigente las nuevas reglas de juego. Queda abierto el escenario si Kast llega a la presidencia y tiene que gobernar con la nueva Carta Magna que rechaza.
El Congreso que asumirá en marzo de 2022 ya está configurado: la mayoría quedó en manos del actual oficialismo aún cuando su candidato, Sebastián Sichel se ubicó en tercer lugar con un 12% de los votos. En el Senado, donde se puso en juego 27 de 43 bancas, el Chile podemos más de Piñera se quedará con 22 bancas y en la Cámara de Diputados, que renovó el total de sus 155 lugares, obtuvo 53 lugares. Por eso es significativo el apoyo de este sector a Kast ya que indica que podrán cerrar filas en el Congreso. La segunda fuerza parlamentaria será la ex Concertación que fue mayoritaria en el gobierno de Bachelet y apoyó la candidatura presidencial de Provoste que quedó en quinto lugar con 11,74% de los votos -incluso por debajo de Franco Parisi- y podrán encontrar puntos en común con el Frente Amplio.
La física presta una metáfora para analizar los movimientos políticos regionales, “a cada acción siempre se opone una reacción igual, pero de sentido contrario”. Así como en Brasil el grito de Ele Nao tuvo como respuesta el conservadurismo del bolsonarismo, en Argentina a la “marea verde” despertó una “marea celeste”, en Chile el estallido que demandó reformas radicales y cuestionó el status quo, pero luego también vino un tiempo de hartazgo y demanda de calma. Este proceso tocó las fibras del pinochetismo que Kast logró interpretar y responder con un mensaje de “orden y paz”. El desafío de Boric fue mayor ya que tuvo que mantener sus idea de traducir institucionalmente algunas propuestas del estallido social a la vez que se intentó robarle algo a la campaña del “republicano” y su idea de orden. Al mirar los resultados, sabrá si su estrategia logró movilizar a los desencantados.