Por Alberto Carlos Almeida* y Tiago Garrido**
Mientras escribimos este artículo, quedan alrededor de 46 días para las elecciones presidenciales en Brasil. La última encuesta del Instituto IPEC, publicada el lunes (15/08), muestra el mantenimiento de un escenario estable. Lula ha estado a la cabeza durante meses sin oposición, con el 44 por ciento de las intenciones de voto. Bolsonaro, el actual presidente en campaña de reelección, tiene el 32% de las intenciones de voto.
Recientemente, apelando al conflicto entre Rusia y Ucrania y sus impactos en los precios de los combustibles, el gobierno de Bolsonaro logró eludir los mecanismos constitucionales de control fiscal a través de una enmienda constitucional que instituyó un estado de emergencia.
Como resultado, el Ejecutivo quedó libre para aprobar subsidios a los combustibles con el Congreso Nacional y un gasto extra de alrededor de 41 mil millones de reales, que se desplegó en reajustes de los valores pagados en los programas de transferencia de renta y en la creación de nuevos beneficios destinados a la compra de gas embotellado, ayuda a camioneros, taxistas, etc.
Aunque 41 mil millones de reales es mucho dinero, hay que tener en cuenta que Brasil tiene una economía de 8 billones de reales. En los grandes medios se habla mucho de un fuerte impacto electoral derivado de este paquete de beneficios. Sin embargo, desde principios de año, el país viene recuperándose con más fuerza en la actividad económica, especialmente en el sector servicios, que representa el 70 por ciento del PIB.
En consecuencia, hubo una mejora en las tasas de desempleo. Y es este retorno más fuerte de la actividad económica lo que ha sido la base para la mejora de la popularidad del actual presidente. Sin embargo, la inflación, y especialmente la inflación de los alimentos, ha sido un problema importante para Bolsonaro. Llegó al 17% en junio, en el período de 12 meses.
Una situación similar ya se ha visto en otras disputas electorales en el país. En nuestro libro “A mão e a luva: o que elege um presidente” (“La mano y el guante: lo que elige a un presidente” en traducción libre, pero todavía no publicado en español), analizamos todas las elecciones en Brasil después de la redemocratización del país en 1989.
Nuestro libro toma su título de un clásico de la literatura brasileña, “La mano y el guante”, de Machado de Assis. Su segunda novela, publicada originalmente como folletín en el diario “O Globo”, de Quintino Bocaiúva, transcurre en Río de Janeiro, en el bucólico barrio de Botafogo, todavía lleno de haciendas, y tiene como protagonista a una mujer, Guiomar, algo común en su obra.
Ella había quedado huérfana a una edad muy temprana y había tenido la suerte de irse a vivir con su madrina, una baronesa rica y acomodada que era viuda y había perdido a su único hijo. La novela se desarrolla en torno a una situación típica de la vida de las mujeres del siglo XIX, el papel central que juega un buen matrimonio.
Guiomar, considerada por la baronesa la hija que había perdido, tuvo tres pretendientes: Estevão, una figura cálida, apasionada y afable, el clásico romántico, que incluso consideró quitarse la vida después de que la protagonista lo rechaza; Jorge, sobrino de la baronesa, nacido en cuna de oro, pero vago, sin gusto por el trabajo y aficionado al ocio aristocrático; y Luís Alves, abogado de la madrina y vecino de la finca. Guiomar creía que la baronesa la prefería para casarse con Jorge. Pero la última palabra la tenía la protagonista. Machado de Assis construye la famosa novela describiendo el ambiente y la época en que viven, pero principalmente los personajes y sus rasgos de carácter.
Luis Alves era resuelto y ambicioso, y eso era más importante para Guiomar que las posesiones de Jorge y su parentesco con la baronesa. En el capítulo final, hay un trato más que explícito cuando Guiomar afirma que la ambición de Luís Alves no es un defecto y le pregunta qué ganará casándose, si un escaño en la Cámara o un cargo ministerial, al que su futuro el marido le responde que le regalará el “candelabro de mi nombre”, y las dos ambiciones le quedan como anillo al dedo a esa mano. Así sucede en las elecciones presidenciales: hay varios candidatos, pero solo uno entra en el guante de la opinión pública, que tiene la última palabra.
El resultado de la elección presidencial, quién gana y quién pierde, está condicionado por la situación del país. Los momentos de mayor consumo benefician a la candidatura de gobierno, como fue el caso de 1994, 1998, 2006 y 2010. Por otro lado, las situaciones de crisis marcadas por el alto desempleo y el aumento de la inflación terminan haciendo impredecible el resultado electoral, como en 2014, o conducen a la victoria de la oposición, como lo fue en 2002 y como probablemente lo será en 2022. De hecho, en nuestro libro hay un pronóstico para las elecciones de este año.
Lo que sucede en la economía es vivido de manera diferente por cada votante. Cuando se dice que la inflación está fuera de control, sólo tiene sentido si así lo perciben quienes cambian su voto. En general, las percepciones del votante promedio están en línea con la situación de la economía real. Después de todo, la opinión pública es la clave de cualquier elección y varía según lo que sucede en el país, en particular debido a las fluctuaciones en el bienestar individual y familiar.
*Alberto Carlos Almeida es Doctor en Ciencias Políticas, autor de los libros “A Cabeça do Brasileiro”, “O Voto do Brasileiro”, “A Cabeça do Eleitor”, entre otros, y curso online “O segredo do voto”, que dio origen a este libro. Twitter: @albertocalmeida
**Tiago Garrido es geógrafo, profesor y máster en Geografía. Twitter: @garridotiago