Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): ¿Un nuevo orden mundial?

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por Damián Finucci

Pocas veces en la historia hemos asistido a movimientos realmente globales que involucren a la totalidad de los países que habitan el planeta tierra. Si hacemos un breve análisis por el siglo XX encontramos que hubieron dos guerras “mundiales” que involucraron a un puñado de países. Entre ambas guerras se ubica la crisis de 1930 que inauguró el periodo de los “estados benefactores” en occidente mientras que en oriente y al ritmo de la reciente URSS, se avanzaba en las primeras experiencias comunistas de la era contemporánea.

El fin de la segunda guerra mundial estableció los cimientos que forjaron parte de la arquitectura institucional de hoy en día. El 24 de octubre de 1945 y bajo el nombre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) nació la primera organización mundial que con 51 países se propuso establecer una asamblea mundial que pueda canalizar descontentos y disidencias mediante espacios de negociación y diálogo. La finalidad de la ONU se centraba en evitar nuevos enfrentamientos bélicos tras el fracaso que había significado la antecesora Sociedad de las Naciones.

Durante la década de 1970 asistimos a dos eventos de corte económico que logran consecuencias mundiales: el fin del patrón oro y la “crisis del petróleo”. Estos eventos – a priori no relacionados – agregan piezas al armado mundial sucedido a partir de 1930. Con el fin del patrón oro, la reserva federal de los Estados Unidos constituyó al dólar como la moneda de cambio a nivel mundial sin necesidad de ser “avalada” por el oro; por su parte, en 1973 los estados productores de medio oriente decidieron un cese en la comercialización de petróleo a fin de repudiar el apoyo recibido por Israel en su guerra con Siria y Egipto.

Las consecuencias políticas de 1970 parecen formar una reacción al marco mundial generado en 1930 dado que los países de occidente le declaran la guerra a los estados benefactores en nombre de una nueva doctrina que comienza a nacer: el neoliberalismo.

Sin embargo, también es durante esta década que se hacen públicas las críticas al modelo de producción capitalista y sus consecuencias ambientales en la Conferencia Científica de las Naciones Unidas. Esta conferencia del año 1972 en Estocolmo-Suecia fue conocida como la Primera Cumbre para la Tierra y estableció entre otras cosas, un plan de acción internacional y medioambiental.

Este evento se constituye en cierta forma como la “prehistoria” de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Y si bien puede parecer exagerado, durante las décadas posteriores sucedieron nuevos congresos y encuentros que fueron trabajando la temática dándole cada vez más relevancia al tema. En esta línea se encuentra la Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo” del año 1992 que establece en su principio 1 que Los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo sostenible. Tienen derecho a una vida saludable y productiva en armonía con la naturaleza.

Desde Río 92 y en adelante, los reclamos ambientalistas tomarán una mayor presencia en las agendas políticas de los organismos multilaterales como también en los países centrales mientras que en los países periféricos las políticas neoliberales iban deformando o destruyendo las conquistas sociales alcanzadas en años anteriores. En relación a la economía estas nuevas políticas profundizaron el carácter exportador estableciéndose una dependencia al mercado externo mediante un puñado de productos primarios.

Esta reconfiguración geopolítica debe ser entendida en el marco del fin de la guerra fría y la prevalencia de los Estados Unidos como el actor de mayor peso económico, político y militar. Así mismo, también forma parte de la “agenda verde” al participar del Protocolo de Kyoto de 1997 en donde se establecen “responsabilidades común” a todos los países acorde a las capacidades particulares y diferenciadas.

Es así que para el año 2000 se establecen los “Objetivos del Milenio” (ODM) en donde los 189 países de la ONU acordaron cumplir para el año 2015. Nuevamente los objetivos volvían a poner en el centro del debate la pobreza bregando por su erradicación. Se sumaban a ellos, objetivos vinculados a la educación, la igualdad de género, reducción de mortalidad infantil, una mejora en la salud (con especial énfasis en las personas con VIH) entre otras cuestiones.

Los ODM constituyen antesala directa a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que nacen en el 2015 con una impronta marcada por la agenda verde y la preocupación por un “desarrollo sostenible”. Expresnión de ello es el “Acuerdo de París” en 2016 donde se establecieron los marcos para lograr “enfriar” la temperatura del planeta por los peligros que implicaba. Para 2019 se refrendaron los ODS convocando a los países partes a profundizar los esfuerzos y cumplir las metas.

La base de los ODS radica en seguir manteniendo una tasa de desarrollo mundial que satisfaga las demandas actuales sin comprometer a las generaciones futuras. Desde los organismos multilaterales establecen que es necesario entre 6 y 7 billones de dólares para hacer frente a estas metas y lograr cumplirlas antes de 2030. Vale destacar que – a diferencia de las anteriores propuestas – las ODS invita a todos los países del mundo a llevar adelante la agenda mientras que – al igual que las anteriores – plantea la erradicación de la pobreza, la promoción de una vida sana, el acceso a la educación, el desarrollo de ciudades sustentables y de la industrialización inclusiva, sostenible e innovadora.

A la vista de los eventos mundiales desatados por la pandemia del COVID19 queda claro que el planeta ha dejado un aviso a quienes habitamos en él. Las agendas y los compromisos mundiales mucho han abarcado pero poco han apretado donde debían hacerlo. Los ODS parecen ser un capítulo nuevo en este deseo por cambiar lo que deba ser cambiado para continuar – más o menos – como venimos.