–El presente artículo fue seleccionado en el marco de la Convocatoria “La Cuestión Malvinas” organizada por el Observatorio del Sur Global y la Secretaría de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur con motivo del 40 aniversario del conflicto del Atlántico Sur.–
Por Tamara Lajtman, Silvina Romano y Aníbal García Fernández
La Cuestión Malvinas es uno de los conflictos que logra mostrar las permanentes asimetrías reproducidas por el orden institucional internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial, agudizando las diferencias entre centros y periferias. Luego del enfrentamiento armado de 1982, organizado por un gobierno de facto en Argentina, los diferentes gobiernos, en particular a partir de 2010, han recurrido a diversas vías diplomáticas para lograr que el Reino Unido (RU) acceda a sentarse a negociar. Aún no se ha logrado. Si el caso fuera a la inversa, difícilmente podría haberse negado Argentina a sentarse a negociar con cualquier país central. Dicho esto ¿qué es lo que se juega en la Cuestión Malvinas? ¿por qué interesa tanto al RU este espacio, al punto de haber llevado a cabo operativos encubiertos?
El Atlántico Sur es un espacio geopolítico estratégico. Hay que destacar las grandes reservas hidrocarburíferas de Venezuela, Guyana, el Presal brasileño y la cuenca de Malvinas en Argentina, sumados a puntos geoestratégicos como el Estrecho de Magallanes, los Pasajes del Beagle y Drake, que posibilitan la comunicación Atlántico-Pacífico, importantes en el comercio internacional, con el paso de alrededor de 200 mil buques anualmente. Las Malvinas y los mares circundantes dan el paso de la ruta del petróleo proveniente de Medio Oriente hacia Estados Unidos (EE.UU.) y Europa y son también la “puerta de entrada” y base de reabastecimiento de las expediciones que se dirigen hacia la Antártida.
Lo que está en disputa, en particular en las últimas décadas, son los recursos estratégicos. En 2021, la Sociedad de Geología de Gran Bretaña (que cuenta con financiamiento de BP, Total, Shell, Equinor) subrayó que “la provincia del Atlántico Sur está excelentemente dotada de hidrocarburos”. No es una novedad. En documentos filtrados por WikiLeaks, sobre las evaluaciones realizadas por la empresa de seguridad (espionaje) Stratfor, entre 2009 y 2010, se deslizaba una preocupación por lo valioso de los recursos del PreSal y las Malvinas, en un contexto de reclamo soberano por parte de Brasil y Argentina. El espionaje tuvo sus resultados: la operación Lava Jato apuntó de lleno contra la estatal de petróleos brasileña; en los mismos años el RU organizó una operación psicológica para manipular la opinión pública sobre la cuestión Malvinas.
Ocupación militar y por recursos
Un hito de la estrategia colonial del RU en el Atlántico Sur ha sido la incorporación unilateral en 2009 de las islas Malvinas, islas del Atlántico Sur y el Territorio Antártico como territorios europeos de ultramar a través de la ratificación del Tratado de Lisboa y la aprobación de la Constitución Europea por el Parlamento Europeo. Esta estrategia es complementaria a la de EE.UU. y al esquema de despliegue militar de la OTAN. Según el secretario de Defensa británico, los territorios de ultramar en Gibraltar, las Áreas de la Base Soberana en Chipre, la Isla Ascensión, las Islas Malvinas y el Territorio Británico del Océano Índico proporcionan instalaciones clave no solo para el Reino Unido, sino también para EE.UU.
Actualmente, el RU enfrenta una crisis energética, aumento de precios del gas y electricidad, por lo que la reconfiguración de suministros acelerados por la guerra en Ucrania, podría implicar una reconsideración de América Latina y en especial del Atlántico Sur, aprovechando la presencia de empresas británicas de hidrocarburos en Malvinas: Rockhopper, Desire, Argos, Border & South y Falkland Oil & Gas. Según datos de BP, tras el pico de producción petrolera de 1999 (137.1 millones de toneladas), la producción disminuyó a 51.8 en 2019 y siguió cayendo con la pandemia. En 2021, la provincia argentina de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur denunció a la constructora británica BAM Nuttall por operar sin permiso de ese distrito en las islas Malvinas. Denunciaron que el RU pretende transformar el puerto de las Malvinas en un centro de soporte logístico con el objetivo de avanzar en la expoliación de los recursos naturales. En abril de 2021 y julio de 2022, Argentina reprobó la realización de ejercicios militares en Malvinas, lo que contraviene la resolución 31/49 de la Asamblea General de la ONU.
Desde EE.UU. ha primado una actitud pragmática, sin asumir una posición respecto a la soberanía argentina en Malvinas y aceptando el status quo que favorece al RU en miras a los intereses geopolíticos de largo plazo, como la disputa “Occidente vs Oriente”. El Instituto Naval de EE.UU. ve la Guerra de las Malvinas como un “caso de estudio” relevante en un contexto en que EE.UU. se prepara para un posible conflicto con China por las islas del Pacifico Occidental (Senkaku, Spratly y Paracel y en otros lugares). Según el think tank estadounidense Heritage Foundation, Argentina es un “satélite estratégico útil” a los intereses de China y que el “nuevo eje Beijing-Buenos Aires” es un ariete para atacar al RU en la arena de las organizaciones internacionales. Concluyen que Argentina intensificará su reclamo por Malvinas y buscará apoyo de China (económico, político y hasta militar); mientras que el RU debe fortalecer su postura en Malvinas. El último informe de la Comisión de economía y seguridad EE.UU.-China mencionó que China ha ofrecido aviones y vehículos blindados a Argentina aunque por la pandemia se suspendieron estas ventas. En 2021 las visitas de secretarios estadounidenses incluyeron medidas para prevenir la pesca ilegal en la zona que ha sido señalada por EE.UU. como parte de las actividades ilícitas de China en la región.
La continuación de la guerra por otros medios
Desde la perspectiva asociada a una geopolítica “blanda”, la cuestión Malvinas es también la continuación de la guerra por otros medios. Los documentos filtrados por WikiLeaks (2009 y 2010) dan cuenta de la preocupación que despierta en EE.UU. una posible alianza entre Argentina y Brasil (países a los que corresponde la casi totalidad del litoral marítimo del Atlántico Sur Occidental), para reclamar y resguardar la soberanía sobre los recursos del Atlántico Sur: “Brasil mencionó algunas veces que el Atlántico Sur es un Amazonas azul, que ningún país del norte debería ocupar. Desde que Lula llegó al poder, Brasil mostró signos de apoyo a Argentina en la cuestión Malvinas. No quieren que el Reino Unido esté cerca de las reservas del Pre-Sal”. El acceso a estas reservas por parte de empresas transnacionales es una de las claves del Lava Jato y la expulsión del PT del gobierno. Con los cambios de gobierno, la postura de Brasil es ambigua: apoya a Argentina en la cuestión Malvinas (pues es miembro del MERCOSUR) pero afirman que eso no afecta las relaciones con el RU, un socio importante para Brasil.
En el caso del RU, filtraciones de The Intercept prueban que ese gobierno utilizó espionaje e impulsó el “Operativo Quito” 2009 y 2012, una campaña de manipulación de la opinión pública latinoamericana sobre Malvinas, para contrarrestar los sucesivos e incisivos intentos diplomáticos del gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner para recuperar las islas. Se basó en tácticas de guerra psicológica (engaño, desmoralización, desautorización, etc. del enemigo) y se extendió a otros países como Brasil, que se alinearon fuertemente a favor de Argentina, a la vez que generó un mayor acercamiento y apoyo a Chile, con postura contraria. A pesar de la documentación que da cuenta de este operativo, no se ha impuesto ningún tipo de sanción al RU, tampoco ha generado escándalo en la comunidad internacional, silencios que forman parte de la dinámica centro-periferia.
La Cuestión Malvinas no es asunto argentino. Es un reclamo soberano que pone en evidencia: la existencia de colonias en el Siglo XXI; las asimetrías entre países centrales y periféricos; la permanente batalla, a veces más visible, otras invisible, por recursos estratégicos. Esta batalla se dirime entre corporaciones transnacionales que utilizan a los Estados (centrales) como resguardo jurídico para garantizar sus ganancias, desconociendo u omitiendo las normativas de los organismos internacionales, elaborada por esos Estados centrales, que no están dispuestos a cumplirla.