Mirada Multipolar | Cierre electoral para los Estados ¿Unidos?

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por Sebastián Tapia

A más de un mes de las elecciones presidenciales estadounidenses, todavía no hay un ganador reconocido por todos. Si bien la gran mayoría de los medios estadounidenses y gran parte de los países que mantienen relación con los Estados Unidos han reconocido a Joseph Biden como el ganador de las elecciones de Noviembre, Donald Trump todavía no ha concedido la derrota y continúa con sus recursos legales para desconocer el resultado oficial. El sistema político estadounidense trata de dejar esto atrás y volver a la normalidad, pero una buena parte de la sociedad estadounidense se rehúsa a aceptar a Biden como presidente.

La Corte se abstiene

La gran apuesta de Trump para invalidar los resultados en los estados en los cuales supone que hubo fraude – Georgia, Michigan, Pennsylvania y Wisconsin – era una demanda presentada por el fiscal general de Texas ante la Corte Suprema de los Estados Unidos. La misma no se enfocaba en actos fraudulentos durante la elección, sino en el cambio de reglas electorales aprobados por estos estados antes de las elecciones presidenciales.

Esta demanda fue apoyada por otros 17 estados. Todos ellos con fiscales generales republicanos, y 14 de los 17 con gobernadores republicanos: Alabama, Arkansas, Carolina del Sur, Dakota del Norte, Dakota del Sur, Florida, Indiana, Kansas, Luisiana, Mississippi, Misuri, Montana, Nebraska, Oklahoma, Tennessee, Utah y Virginia Occidental. El presidente Trump y 128 diputados republicanos pidieron ser parte de la demanda también.

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Pero la Corte fue rápida para acabar con las esperanzas de Trump. En el fallo que dieron el viernes 11 de Diciembre dicen que “Texas no ha demostrado un interés judicialmente reconocible sobre la manera en que otros estados llevaron a cabo las elecciones. El resto de mociones son rechazadas como irrelevantes”. Es decir, que la Corte Suprema reconoce la independencia de cada estado al momento en que establece sus propias reglas electorales y no ve cómo Texas se ve damnificada por las decisiones tomadas en esos estados.

Es interesante notar que el fallo de la Corte para no aceptar la demanda fue unánime. Tanto los jueces liberales como los conservadores, incluidos los tres nombrados por Trump, coincidieron plenamente. La votación real fue 7-2, ya que Clarence Thomas y Samuel Alito, consideraron que habría que escuchar el caso – pero que de ninguna manera afectarían el resultado de las elecciones.

Al día siguiente, otro tribunal federal falló en contra de la campaña de Trump que pedía anular votos en dos condados de Wisconsin. El tribunal no puso en cuestionamiento si hubo o no fraude, sino que no podría aplicarse una medida así a sólo dos condados y no al resto del estado.

Se reúne el Colegio Electoral

Estos fueron los últimos intentos judiciales para alterar el resultado de las elecciones antes del lunes 14 de Diciembre, día en el que se reúne el Colegio Electoral. La reunión no se da en un único lugar, sino que los delegados electorales de cada estado se reúnen y envían planillas con sus votos al Congreso de los Estados Unidos, que luego los recuenta y acepta.

En 32 estados y en el Distrito de Columbia, los electores están obligados a elegir al candidato que ganó en su correspondiente territorio. En cambio, en otros estados los electores son libres de cambiar su voto. Sin embargo, esto no es muy frecuente. Se espera que se refleje el resultado calculado hasta ahora de 306 votos para Biden y 232 para Trump.

Sin embargo, a Trump todavía le queda un as bajo la manga. Está buscando conformar un consejo investigativo sobre el fraude en las elecciones, que pueda presentar su informe antes del 6 de Enero, cuando el Congreso apruebe el resultado del Colegio Electoral. No está claro si el resultado de esa investigación podrá ser aceptado por la Corte Suprema y efectivamente altere el nombramiento de un nuevo presidente. Pero además del fraude, Trump también busca investigar las actividades económicas de Hunter Biden, el hijo de Joe Biden.

Efectivamente esa última carta puede no tener que ver con el resultado electoral, sino con el de embarrar la cancha del próximo presidente estadounidense. No sólo dejar a gran parte del electorado cuestionando su triunfo y su legalidad, sino también cuestionando la fortuna personal de la familia Biden. El plan B parece ser liderar la oposición durante estos cuatro años y regresar a la Casa Blanca en 2024.

¿Llamados a la secesión?

El clima político continúa enrareciéndose a medida que pasan los días sin resolver la transición presidencial. El sábado 11 de Diciembre, hubo enfrentamientos en Washington DC entre quienes marcharon apoyando a Donald Trump y grupos que protestaron en contra, tanto miembros de Antifa como de Black Lives Matter. Esto a pesar que la policía trató de mantener separados ambos grupos.

Pero si bien la presencia en las calles es esperable en estos momentos y posiblemente disminuya con el tiempo, algunos personajes están preparando un escenario más difícil para el año que viene.

El presidente del Partido Republicano de Texas, Allen West, terminó su protesta ante el fallo de la Corte Suprema con la frase “tal vez los estados que cumplimos la ley deberíamos juntarnos y crear una Unión de Estados que cumpla con la Constitución”.

Muchos han visto en esa frase un llamado a reconstruir la Confederación de los estados del Sur o un nuevo llamado a la secesión. Tampoco es el único que ve la disolución de los Estados Unidos como una solución a la división de la sociedad norteamericana. El locutor de radio y comentarista político conservador, Rush Limbaugh, comentó en su programa de radio que cree que EEUU va hacia la secesión porque “No puede haber coexistencia pacífica entre dos teorías completamente diferentes sobre la vida, el gobierno y el cómo manejamos nuestras cosas”.

Otros suponen una reacción a menor escala. El congresista estatal de Texas, Kyle Biedermann, propone realizar un referéndum para que Texas obtenga su independencia del resto de la Unión. Una especie de Brexit texano.

 

Que le espera al próximo presidente

El 20 de enero de 2021 asumirá la presidencia el próximo presidente estadounidense. Ya prácticamente no quedan dudas que será Joe Biden quien jure ante la Biblia para aceptar el cargo. Pero no tendrá un escenario fácil de manejar.

En lo interno se verá con el desafío de validar su mandato. Según una encuesta de NPR y PBS, el 76% de los republicanos y el 33% de los independientes no aceptan el resultado de las elecciones del 2020. Le será muy difícil a Biden obtener un amplio acatamiento de sus propuestas, en especial con respecto a la lucha contra el COVID cuando sólo el 60% desea vacunarse y el 51% acataría la obligación de quedarse en casa. Incluso a pesar que la enfermedad ya mató a más ciudadanos estadounidenses que las pérdidas que sufrió en combate en la Segunda Guerra Mundial.

Esto es si los republicanos no toman medidas más fuertes, como un llamado a la rebeldía fiscal. Es poco probable que los llamados a la secesión logren desembocar en una guerra civil, pero la tendencia hacia la militarización de la política estadounidense puede llevar a un 2021 con un alto nivel de violencia política.

En lo externo, EEUU se ve en una competencia comercial con China y con Europa. Tratando de mantener a la OTAN a flote, mientras busca contener a Rusia y China a la vez. Y para colmo, involucrado en un Medio Oriente a punto de estallar.

Lo que queda claro para propios y ajenos al sistema político estadounidense, es que su imagen como modelo de democracia quedó destruida tras estas elecciones. Biden deberá trabajar sin el apoyo de ese capital político-ideológico. Al fin y al cabo, como dijo Daniel Ortega: “¿Con qué autoridad andan reclamando en otros países que tiene que haber unas elecciones democráticas?”