Mirada Multipolar | Estados Unidos se va de Afganistán ¿pero quién queda a cargo?

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por Sebastián Tapia

El retiro de las tropas estadounidenses de Afganistán está en pleno proceso, ya casi concluído. El ejército de ocupación, que llegó a tener más de 100.000 soldados hacia 2011, ya cuenta con 2.500 y sigue reduciéndose. Pero el vacío de poder generado por la retirada podría restaurar al movimiento Talibán en el dominio del país. El objetivo ahora es evitar un “momento Saigón”.

Bye bye Afganistán

Dos grandes eventos se sucedieron esta semana en cuanto al retiro de las tropas de la OTAN de Afganistán. Por un lado, Alemania anunció que completó el retiro de sus tropas, unos 1.100 soldados, iniciado en Mayo. Esto pone fin a una participación de 20 años en la invasión, desde la creación de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en Diciembre de 2001 hasta la misión Apoyo Decidido de la OTAN. Otros miembros de la OTAN ya completaron su retiro, debido a que habían desplegado menos recursos, como Italia, España, Estonia o Dinamarca.

La otra gran noticia es el traspaso de la base aérea de Bagram por las fuerzas estadounidenses a las fuerzas armadas afganas. Esta acción tienen un gran simbolismo para los afganos, ya que fue el centro de operaciones del contingente estadounidense. La base de Bagram era todo un símbolo de la ocupación, una pequeña ciudad estadounidense en medio de Afganistán. No sólo residían miles de soldados allí, además contaba con hospitales, comercios y restaurantes (incluyendo Pizza Hut y Subway), una prisión propia y el complejo de Camp Vance, sede de las fuerzas especiales estadounidenses. La base fue visitada por todos los presidentes que encabezaron la ocupación: Bush jr, Obama y Trump.

Sobre la retirada estadounidense de Bagram, el portavoz talibán, Zabiullah Mojahid, dijo:

“La presencia de fuerzas extranjeras en Afganistán fue una razón para la continuación de los combates en el país (…) Si las fuerzas extranjeras abandonan Afganistán, los afganos pueden decidir entre ellos los problemas futuros. Daremos un paso adelante por la seguridad del país y nuestra esperanza de paz aumentará y, inshallah, tendremos desarrollo”.  

La vietnamización del conflicto

Hay muchos paralelismos que se pueden realizar entre lo que fue la retirada estadounidense de Vietnam y lo que es la retirada actual de Afganistán. No sólo porque, por segunda vez, el ejército mejor equipado y con mayor tecnología del mundo no puede vencer a grupos irregulares de campesinos armados. Sino porque Estados Unidos tomó decisiones similares en cómo llevar adelante el proceso.

En el caso vietnamita, a partir de 1969 Nixon llevó adelante una política de “vietnamización” del conflicto. Es decir, hacer una transición entre el ejército estadounidense y las fuerzas armadas de Vietnam del Sur, en cuanto a quién lleva adelante el mayor esfuerzo en la guerra. En el caso afgano, este proceso está en camino desde 2015, cuando se vence la resolución del CSNU que instauró la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad y la OTAN estableción la misión Apoyo Decidido. Esta misión busca entrenar a las fuerzas afganas para que puedan sostenerse por sí mismas y controlar todo el territorio nacional.

Para llegar a los acuerdos de paz de Doha, firmados en 2020 entre Estados Unidos y los Talibanes donde se estableció la retirada de las tropas de la OTAN y los EEUU a cambio de evitar que Al Qaeda vuelva a operar en Afganistán y que se inicie una conversación diplomática entre los talibanes y el gobierno afgano, se recurrió a una estrategia similar que en Vietnam. En ese entonces, las operaciones de bombardeos aéreos masivos Linebacker y Linebacker II detuvieron el avance del Vietcong y lo forzaron a ir a la mesa de negociación en París. Durante 2019 y 2020, el gobierno de Donald Trump llevó adelante una campaña de bombardeo masivo que logró llevar a los talibanes a las negociaciones de Doha.

En el caso vietnamita, al poco tiempo de terminar la intervención estadounidense, se reanudó la guerra civil entre el norte y el sur. Esto culminó el 30 de Abril de 1975 con la toma de Saigón por el Norte (el ejército popular de Vietnam y el Vietcong), reunificando al país y concluyendo una guerra civil iniciada en 1959. Estados Unidos se vió forzado a llevar adelante la operación “Frequent Wind”, una evacuación masiva de su personal y de sudvietnamitas que colaboraban con ellos.

Las imágenes de esta operación son un símbolo de la derrota estadounidense, y no están dispuestos a que vuelva a suceder.

Kabul no es Saigón

Al igual que en el caso vietnamita, se espera que tras la retirada de las tropas extranjeras se retome la guerra civil afgana. Esta guerra comenzó en 1978, sólo interrumpida por la intervención soviética (1979-1989) y por la estadounidense (2001-2021). Desde entonces el país no logra tener un sólo gobierno. Incluso cuando los Talibanes controlaban la mayoría del país y la capital, Kabul, al momento de la intervención estadounidense en 2001, las provincias del norte estaban bajo control de un grupo contrario – la Alianza del Norte. La ayuda extranjera le permitió a la Alianza expulsar al Talibán del gobierno y conformarse en lo que ahora es reconocido como el gobierno afgano.

Datos del 23 de Junio 2021
Fuente: FDD’s Long War Journal, Esri’s Disaster Response Program and Natural Earth
Gráfico: Jiachuan Wu / NBC News

Desde la firma de los acuerdos de Doha, los talibanes están recuperando el control de cada vez más territorio. En especial, desde el comienzo de la retirada de tropas extranjeras en Mayo. Ya tienen control sobre un 30% del territorio y disputan otro 42%. Pero no es definitivo todavía.

En algunas zonas del país, los soldados del gobierno afgano se rinden y entregan sus armas al Talibán sin pelear. En otras zonas, el gobierno autorizó la conformación de milicias locales, las cuales están conformadas por civiles que no desean unirse al Talibán, pero ponen en peligro la continuidad posterior al gobierno. En cierta manera, es el retorno a la situación anterior  la intervención estadounidense.

El gobierno afgano está confiado en que puede hacer frente al avance talibán. En palabras del embajador afgano en China:

“Tenemos 350.000 fuerzas de seguridad nacional, entre las cuales hay fuerzas especiales. No tenemos ningún miedo a perder terreno. No veo muchos cambios junto con la retirada. La retirada sería una sorpresa más para los talibanes que para nosotros. No hay otra forma para los talibanes que volver a la mesa de la paz. Por lo tanto, proponemos que deberíamos tener un alto el fuego y la comunidad internacional debería presionar a los talibanes para que lo acepten “.

Le presidente afgano, Ashraf Ghani, propuso en Marzo pasado realizar elecciones conjuntas:

“Estamos dispuestos a discutir la celebración de elecciones libres, justas e inclusivas bajo los auspicios de la comunidad internacional. También podemos hablar de la fecha de las elecciones y llegar a una conclusión “

Sin embargo, los talibanes desecharon la idea rápidamente.

La gran diferencia con el caso vietnamita es que la derrota de las fuerzas extranjeras no va a estar asociado directamente a la liberación del pueblo afgano. Recordemos que el Talibán es un movimiento fundamentalista islámico, donde la sharia se interpreta de manera dogmática y se ha llegado a prohibir la música. Las mujeres probablemente vuelvan a perder los pequeños derechos ganados en estos años, como no tener que utilizar la burqa, a no ser lapidadas en caso de adulterio o a recibir educación.

¿Quién queda al mando?

Las tropas estadounidenses terminarán su retiro en la fecha simbólica del 11 de Septiembre, 20 años después del atentado a las torres gemelas. Sin embargo, se mantendrán unos 650 soldados para defender la enorme embajada estadounidense en Kabul. La seguridad del aeropuerto internacional de Kabul, principal puerta de entrada y salida del país, está siendo negociadada. Turquía ve la posibilidad de quedarse ahí como una herramienta para su política exterior, una forma de tender un puente hacia el centro de Asia y aumentar su prestigio dentro del mundo musulmán, a la vez que permite algo de tranquilidad a sus socios de la OTAN.

Lo que no está en discusión en el plan de retiro son los más de 18.000 “contratistas” (es decir, mercenarios) estadounidenses que protegen las inversiones del capital norteamericano en el país. Probablemente se mantengan en el territorio hasta que la guerra civil se resuelva.

Quien está interesada en mantener la estabilidad del país para integrarlo a su proyecto económico es China. Comparte una frontera con Afganistán a través del Corredor de Wakhan, una franja de 76km de largo con 12.000 habitantes y que formó parte de la antigua Ruta de la Seda. Esta región nunca fue controlada por el Talibán, pero la influencia del extremismo islámico sí cruzó esta frontera hacia la región de Xinjiang. El temor de China yace en que un Talibán vigoroso sea un ejemplo a seguir por el Movimiento por la Independencia de Turquestán Oriental (MITO), un grupo terrorista que asoló la región en los 90’s y principios del 2000.

Ante la amenaza de un posible regreso del MITO a la región, un informe de Naciones Unidas sostiene que los combatientes del MITO que están ahora en Siria podrían regresar a Xinjiang, China entró en contacto con el Talibán. La promesa de mejorar la infraestructura e integrar al país al proyecto de La Franja y la Ruta, es igual par talibanes y para el actual gobierno afgano. La estabilidad de la región y la mejora de la interconexión entre los países vecinos es el principal objetivo chino.

Falta todavía ver cómo evoluciona la situacion en el terreno tras la salida total de las tropas extranjeras. No se puede descartar una nueva evacuación de la embajada estadounidense en caso que el Talibán vuelva a retomar Kabul. Pero la gran incógnita es qué modelo va a adoptar la sociedad afgana, si volverá al emirato fundamentalista que tuvo bajo el gobierno talibán de los 90’s o se adaptará a una sociedad un poco más abierta tras la experiencia actual. Lo importante es que lo puedan decidir los mismos afganos, sin fuerzas extranjeras. Esperemos que sea de la manera más democrática posible.