Por Rogério Tomaz Jr.*
Nunca antes en la historia de Brasil, para usar una conocida máxima de Luiz Inácio Lula da Silva, los jóvenes fueron tan animados a votar como en la actual encrucijada histórica. Desde mediados de 2021, celebridades de la música, del audiovisual y del entretenimiento, además de los propios partidos de izquierda, junto a movimientos y organizaciones de la sociedad civil, realizan diversas campañas para convencer a los/as jóvenes de entre 16 y 17 años – cuyo voto no es obligatorio – a registrarse para votar en octubre.
Hasta el momento, según el Tribunal Superior Electoral (TSE), las cifras son bajas y han bajado mucho en comparación a 2018: respecto a las últimas elecciones presidenciales, hubo una reducción del 47% en la cantidad de adolescentes menores de 18 años que se inscribieron en el sistema electoral.
En las últimas semanas, sin embargo, ha habido un aumento en la demanda de registro de votantes y el mismo TSE lo destaca con una nota en su sitio web: “Casi 100.000 jóvenes de 15 a 18 años solicitaron la credencial de elector en la última semana”. La fecha límite para pedir el documento es el 4 de mayo.
En el segmento de 16 a 24 años, la ventaja del candidato del PT es la mayor de todas: 51% contra solo 22% de Bolsonaro, según una encuesta de Datafolha divulgada la semana pasada. Entre las mujeres, la ventaja de Lula también es enorme: 46% contra 21% del actual presidente.
Estos dos públicos deben ser los principales destinatarios de los mensajes de Lula y el PT para intentar garantizar la victoria en la primera vuelta, el 2 de octubre, o llegar con ventaja irreversible a la segunda vuelta, que se jugará el 30 de octubre, si es necesario.
También según Datafolha, cuando descartamos a los indecisos y a los que declaran voto en blanco o nulo, Lula alcanza el 47,8% del electorado, contra el 52,2% de todos los opositores combinados. En otras palabras, una oscilación del 2% puede consagrar al líder del PT, que necesitó las dos vueltas para ser elegido en 2002 y reelegido en 2006 – en esta, contra Geraldo Alckmin, quien posiblemente será su compañero de fórmula ahora.
“Lulapalooza”
El pasado fin de semana tuvo lugar en Brasil la versión del festival Lollapalooza, que hubiera sido un festival de música más con alguna que otra protesta si no fuera por una desastrosa decisión del Partido Liberal (PL), la nueva leyenda de Bolsonaro: accionar al TSE para imponer una censura a los artistas del evento. Un magistrado del órgano, Raul Araújo, partidario notorio del presidente, aceptó la solicitud y ordenó la prohibición de “manifestaciones políticas”. El disparo salió por la culata.
Artistas como Anitta, Emicida y muchos otros subieron el tono y se mostraron dispuestos a pagar las multas de la justicia a quienes desafíen la censura con “homenajes” al presidente de la República. Los aliados de Bolsonaro se sublevaron contra un gesto de la cantante trans Pablo Vittar, quien exhibió durante su presentación una toalla con el rostro de Lula. En la petición al TSE, los abogados de Bolsonaro apodaron al festival de “Lulapalooza”.
Vittar, que creció en un asentamiento del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), es un fenómeno musical reciente en Brasil, que siempre se preocupa por mostrar su afecto por el expresidente Lula, lo que despierta el odio de los simpatizantes de la ultraderecha.
Con el ataque a la libertad de expresión de sus invitados, el festival multiplicó su audiencia y pasó de ser un evento privado a tomar aires de trinchera simbólica contra el autoritarismo. Bolsonaro fue “saludado” en todos los conciertos del domingo por los artistas o el público, que también corearon consignas históricas de Lula.
La mejor razón para que los jóvenes voten en octubre la ofreció el propio bolsonarismo, con esta catastrófica demanda judicial.
“Ola roja”
Además del diálogo con los jóvenes y las mujeres, otro factor puede ser decisivo para confirmar el triunfo de Lula en octubre: la militancia del Partido de los Trabajadores, que tiene una larga historia de hacerse más fuerte y eficaz en momentos electorales, convirtiéndose en una “ola roja”.
Si la energía militante del PT logra transformar la fuerza que tiene en las calles en capacidad de movilización en las redes digitales, especialmente para desmentir las informaciones falsas que difundirán los simpatizantes de Bolsonaro, los robots y los millones de reales que empresarios disponen ilegalmente para la campaña del militar pueden no tener el mismo efecto que en 2018.
Cabe recordar que, en las últimas elecciones, el candidato de extrema derecha tuvo un crecimiento tan vigoroso en las últimas dos semanas antes de la votación, por medio de acciones digitales, que casi logra ganar en la primera vuelta.
Lula sigue siendo el favorito, pero todo puede pasar hasta octubre. Sigamos siguiendo la elección más importante del mundo en 2022.
*Periodista brasileño, residente en Argentina, cursando la Maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza. Trabajó durante 11 años en la Cámara de Diputados de Brasil. Twitter: @rogeriotomazjr