¿Nos gobierna el Mercado?

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Por Florencia Tursi Colombo

Al inicio de la pandemia se hablaba de que “saldríamos mejores”, que los lazos de solidaridad que se estaban gestando para enfrentar la adversidad se mantendrían en el futuro, decían, con esperanza, algunos/as analistas.

Sin embargo, la guerra en el continente europeo, la inflación mundial y las grandes desigualdades persistentes me llevan a pensar que salimos peores. 

Desde esa premisa te invito a reflexionar sobre algunas problemáticas que nos atraviesan hoy: el rol del Estado y del Mercado, el aumento de los precios, el malestar social y la crisis en latinoamérica.

Acto 1: El Estado salvando al Mercado

En su discurso de inauguración del encuentro EuroLat de parlamentarios europeos y latinoamericanos el miércoles pasado, Cristina Fernandez de Kirchner recordó que “la pandemia restauró la idea del Estado. Alguien se ha preguntado lo que hubiera sido de la vida de todos nosotros y de todas nosotras si los Estados no hubieran intervenido construyendo hospitales, atendiendo a los enfermos, negociando con el mercado, osea, los laboratorios, y las vacunas…”

A mediados y fines del siglo pasado, algunos autores, principalmente en Europa, se volcaron a estudiar lo que aparentaba ser el futuro de los Estados y los gobiernos. La aparición del término biopolítica enmarcaba dichos estudios que sostenían con preocupación la necesidad del cuidado y el bienestar como asunto de gobierno con el objetivo de disciplinar los cuerpos y mercantilizar los saberes. Pese a que estaban en lo cierto, el tono de preocupación desapareció con el avance del coronavirus, al punto tal que la población y las empresas demandaron de los Estados políticas de cuidado y resguardo ante un mercado en crisis. 

Es así que algunos hablaban de que estábamos asistiendo al fin del escepticismo neoliberal frente al Estado. Quedó demostrado, con la pandemia, en las medidas y acciones que se tomaron a nivel global, que los Estados son fundamentales y tienen gran capacidad de acción. En ese contexto, primaba la máxima de que los Estados estrechen lazos de solidaridad y que las regiones coordinen políticas con el fin de asegurar el mejor bienestar posible.

Los principales actores económicos de la pandemia fueron los Estados, ellos fueron los únicos capaces de ordenar y encauzar una crisis que aparentaba aún más catastrófica. Cabe señalar, por ejemplo, el rol de China en el envío de suministros tanto a países asiáticos, como europeos y a Latinoamérica. No se ha visto a ningún mercado, industria o empresa realizar acciones semejantes.

Una de las medidas económicas que más tomó relevancia en América Latina durante la coronacrisis fue el impuesto a los patrimonios o grandes fortunas. La iniciativa fue presentada en los Congresos de los distintos países, en Chile por el Partido Comunista, en Argentina por el Frente de Todos y en Brasil por el Partido de los Trabajadores. 

En los tres casos, la reforma tributaria se presentaba como una excepción, dada la delicada situación generada por la pandemia y ante la necesidad de financiar los gastos extraordinarios, los Estados buscaban recaudar a través de un impuesto a los patrimonios más altos. 

Los Estados también recurrieron a ayudar a los sistemas de salud privados. Se ha visto en algunos países que las clínicas privadas se negaban a atender enfermos/as de Covid, o en otros casos se saturaron rápidamente, siendo en ambos casos los sistemas de salud pública, en definitiva los Estados, los que se hicieron cargo de la situación.

Acto 2: Los Estados peleando y el Mercado haciendo lo que quiere

No hay que perder de vista los conflictos y disputas que han surgido entre los países durante la coronacrisis. Algunos conflictos ya existentes, como la confrontación entre EEUU y China, y entre Rusia y Arabia Saudita generando una guerra de precios por el petróleo, que la pandemia exacerbó. Las transacciones para conseguir los recursos de salud como los barbijos y los test, también generaron altercados entre países como Francia, Italia y EEUU entre otros. 

Asimismo, las disputas para la obtención de las vacunas que, al día de hoy, mantiene una gran desigualdad entre aquellos países, muchos de ellos productores, que han acaparado la mayor cantidad y aquellos otros que aún no han vacunado ni al 50% de su población.

Aunque creíamos que dichas problemáticas se mantendrían limitadas al contexto de la pandemia, y que, como señalé al comienzo, tal vez, luego, esto concluiría y ‘saldríamos mejores’. 

Sin embargo, el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania, con la participación de la Unión Europea, EEUU y la OTAN, y la consecuente guerra, son el marco en el cual nos encontramos hoy y que implican una nueva dimensión de la relación Estado-Mercado. 

La imágen es clara, mientras los Estados pelean, el Mercado hace lo que quiere y en medio las poblaciones sufren las consecuencias. 

La inflación récord en todo el mundo y el desplazamiento forzado de personas, son las dos dinámicas más visibles del mundo luego de la pandemia.

La pandemia exacerbó desigualdades que los Estados no pudieron -o, en algunos casos, no quisieron- revertir. 

Aunque estamos ante un nuevo contexto, ya hemos dejado atrás ese momento inicial que denominamos como coronacrisis para significar la crisis que generó la aparición de la pandemia en donde el Mercado demandaba ayuda a los Estados, las desigualdades continúan. Pero la situación del Estado se revirtió, el Mercado ya no quiere que los Estados intervengan en la dinámica (inflacionaria) de precios y en la concentración de las ganancias. 

En el discurso del miércoles pasado Cristina Fernandez de Kirchner también reflexionó: “Durante la pandemia el sector privado recibió todo tipo de ayudas, de carácter financiero, crediticio, fiscal, etc. Sin embargo, ante esta otra tragedia que estamos viviendo hoy, el mercado nos contesta que ‘son mis ganancias, es mi rentabilidad, y los demás que revienten’…” Y agregó “no es posible que en una tragedia como la que vivió la humanidad, el Estado solo sirva para saldar eso y cuando tiene que tomar o adoptar decisiones en materia económica, de controles, de regulaciones, sea un estorbo y no permita la actividad económica”.

Acto 3: Sin un rumbo

La inestabilidad que estamos experimentando, la debilidad de los gobiernos de nuestra región para implementar políticas que reduzcan las desigualdades y el malestar social producto del aumento de los precios son parte de ese nuevo contexto. 

De hecho, la coronacrisis nos ha dejado sin categorías que nos permitan abordar la realidad, aquello que percibimos ya no puede englobarse dentro de una teoría que le de sentido. El neoliberalismo ha mostrado sus límites y la relación entre el Estado y el Mercado está en su peor momento. Esta crisis nos marca la inexistencia de expectativas respecto de un devenir mejor.

En Perú, estalló la crisis con el paro de transportistas y agricultores por el aumento de los precios de los combustibles y alimentos, las movilizaciones se convirtieron en un fuerte cuestionamiento al gobierno de Pedro Castillo y al rol del Congreso. En Argentina, la inflación imparable llevó a un deterioro de los salarios y aunque el presidente anunció una ‘guerra contra la inflación’ en medio del contexto de negociación con el FMI, no atacó las causas profundas y las movilizaciones de agrupaciones sociales se mantienen. En Honduras, el paro de transportistas terminó en un acuerdo con el gobierno de Xiomara Castro sobre las tarifas del transporte público y los subsidios para aliviar la crisis de los costos de los combustibles. 

Si bien es cierto que en los tres casos hay problemáticas específicas de cada país detrás de cada crisis, se mantiene, en los tres casos, la misma inestabilidad que, en el fondo, plantea el problema de la relación del Estado con el Mercado.

Para el Mercado el Estado sólo debe intervenir cuando las ganancias están en duda, pero si los perjudicados de la crisis son los de abajo, ahí no debe intervenir, ‘el libre juego de las fuerzas del mercado hará lo suyo’ nos dicen. 

Como señaló Cristina Fernandez de Kirchner: “La gran discusión que se va a dar es si este proceso capitalista que se da en todo el mundo, desde China hasta EEUU, lo conducen las leyes del mercado o las leyes de los Estados. Esta es la clave para abordar el tema de la desigualdad”.

Hoy, justamente porque no salimos mejores, quien impone las reglas es el Mercado y quedó en evidencia que el Estado las acepta ya que sus leyes fueron hechas en consonancia con las del Mercado. Cuando en la pandemia el Mercado necesitó ayuda para la crisis, recurrió al Estado, quien no dudó en salir a salvarlo ante la crisis. Cuando el Mercado se recuperó, pidió al Estado que no intervenga, y los Estados han demostrado aceptar dicha regla.  

Aunque, como vimos en los tres ejemplos anteriormente mencionados, los gobiernos intentaron imponer medidas para reducir la desigualdad, la relación entre el Estado y el Mercado tiene su propia dinámica, la que viene siendo un vínculo enfermo pues terminó engordando al Mercado, debilitando al Estado y empobreciendo a los más necesitados.