Perspectiva Latinoamericana | Argentina y México por la vacuna: atisbo de una integración

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La pandemia del COVID-19 generó una crisis que nunca antes se había vivido con tal magnitud. Sistemas de salud colapsados, millones de muertos, una fuerte crisis económica mundial, brotes y rebrotes, movilizaciones en diversos países. La postura por parte de aquellos Estados que tuvieron la decisión política de proteger la salud de sus ciudadanos a toda costa fue que la única forma de evitar los colapsos sanitarios era quedarse en casa cumpliendo con una cuarentena para aquellas personas que no cumplieran un rol esencial.  “La única vacuna es quedarnos en casa” se repitió desde que el COVID-19 irrumpió en los escenarios nacionales. Con una crisis económica innegable a nivel global, todos los laboratorios en diversas partes del mundo pusieron su capacidad de investigación para encontrar la herramienta que pueda poner fin, al menos por un tiempo, a la debilidad humana frente al enemigo invisible.

Esta crisis sin precedentes puso sobre la mesa las grandes desigualdades de un sistema que no logra dar respuesta. Desde diversos sectores críticos de este modelo de sociedad surgen largos debates sobre la pos-pandemia, sobre qué mundo se debe construir cuando todo esto pase, incluso también sobre quiénes se enriquecieron en plena pandemia y quienes sufrieron por doble vía: la salud y la economía.

Parece que existe un acuerdo en que la vacuna contra el COVID-19 es la llave que tiene el mundo para recuperar su “normalidad”. Veremos en qué términos sucederá esa vuelta. Sin embargo, la cuestión de inmunizar a nuestras sociedades representa varios desafíos.

Por un lado, está la cuestión de encontrar la vacuna adecuada que permita combatir el virus. Algunos destacan que lo positivo es que al ser un virus que se esparció en la mayor parte del mundo, la mayor cantidad de laboratorios están investigando en paralelo lo que generaría varias alternativas para combatir al COVID. Por otro lado, aparece la problemática de la producción. ¿Quién tiene capacidad de producir vacunas a una escala global? Y por último aparece el interrogante de su costo ¿Se democratizará el conocimiento para garantizar la salud de la humanidad o se sobrepondrá el valor del mercado?

A partir de estos interrogantes mencionemos la cuestión latinoamericana y qué está pasando en ella. Hace unos días en una reunión virtual de la CELAC, la República Argentina presentó junto con los Estados Unidos Mexicanos una vacuna que puede producirse en Argentina, que se envasaría en México y que sería garantizada en su producción para la totalidad de los países latinoamericanos con excepción de la República Federativa del Brasil. Según informa Página 12:

 “El proyecto de la vacuna está encabezado y dirigido por el laboratorio AstraZeneca y Argentina estará a cargo de la producción, mientras que en México será envasada. Cuando las dosis lleguen a manos del Estado, el presidente y el ministro de Salud ya anunciaron que los primeros en recibirlas serán los sectores de riesgo como los mayores de 65 años y quienes tengan enfermedades prevalentes, además de los trabajadores esenciales como el personal de Salud y de Seguridad”.

Sin detenernos en cuestiones que conciernen a lo específico de la ciencia y la vacuna, hay algunas cuestiones a destacar de este anuncio. La región atraviesa un momento sumamente complejo en términos políticos. Diversos golpes de Estado, persecuciones políticas, proscripciones constituyen una fuerte inestabilidad política en América Latina. Cuando Alberto Fernández ganó en primera vuelta en 2019 surgió la posibilidad de construir el eje Argentina-México que buscase reconstruir aquella Patria Grande que después del 2015 se vio en un fuerte retroceso. La articulación entre AMLO-Fernández tuvo su primer punto de contacto con el Golpe de Estado en Bolivia, que puso a los Jefes de Estado en el rol de salvarle la vida a los por entonces Presidente Evo Morales y Vicepresidente Álvaro García Linera. De público conocimiento es que esta misión pudo ser efectiva y es al día de hoy que el binomio ex-presidencial reside exiliado en territorio argentino. A pesar de esto, este eje no tuvo otro tipo de avances en materia de cooperación. La pandemia parece que viene a funcionar como puente entre las naciones más distantes en términos geográficos de la región y permite pensar una nueva integración regional.

Así, la vacuna que toma protagonismo en América Latina es la desarrollada por la Universidad de Oxford y que, según la Organización Mundial de la Salud, “se trata de una de las 3 vacunas más avanzadas de las más de 140 que están monitoreando en todo el mundo.”

La vacuna para latinoamérica está estimada en un valor de entre 3 y 4 dólares por unidad y el objetivo es generar una producción entre 200 y 350 millones de dosis. Es quizás la posibilidad más concreta que para el primer trimestre del 2021 se pueda frenar la pandemia del coronavirus.

Otros esfuerzos latinoamericanos

En esta carrera por la vacuna, aparecen también otras alternativas. Rusia presentó días antes su vacuna Sputnik V, la primera en el mundo en ser registrada ante las autoridades de un país, aunque al igual que las otras todavía está en los ensayos de la fase 3. Por otro lado se encuentra en desarrollo la vacuna investigada en Cuba, denominada Soberana 01. También la República Popular China está en desarrollo de varias versiones de la vacuna. Así, como mencionamos, son múltiples las investigaciones en paralelo para obtener un antídoto contra el COVID-19. Y como son múltiples las posibilidades, también son múltiples las diferentes negociaciones entre los países.

Rusia cuenta con Brasil y Cuba para producir su vacuna para los países americanos. México también firmó un acuerdo para realizar pruebas de la vacuna rusa, así como con una de Estados Unidos, una francesa y dos de China. Por otro lado, la Argentina firmó un convenio con la empresa China Sinopharm Group en el que se autoriza a realizar los estudios de la fase 3 de esta vacuna en la Argentina, y le permitiría tener una acceso temprano a ella.

Democratizar el acceso

Tal vez la lucha más importante para nuestro continente es contar con libre acceso a estas vacunas, más allá de quién las haya producido por primera vez. Por este motivo tanto la Argentina, como México y otros países no apuestan sólo por una vacuna, sino por probar la mayor cantidad de ellas.

Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, hay dos grandes modelos sobre el acceso a la vacuna: el acceso libre, donde cualquier país puede producir una vacuna que sea considerada segura mientras sea gratuita para el pueblo, o el libre mercado, donde los derechos de producción quedan en quienes la han desarrollado y las vacunas se venden como un producto más – a quien pueda pagarlo.

Esta es la posición que prima dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El Ministro de Salud argentino, Ginés González García, sostuvo estos principios al comenzar la Asamblea Mundial de la Salud declarando:

“Es necesario que los Estados puedan impulsar acciones que garanticen el acceso al conocimiento de estos bienes públicos globales, a través de licencias gratuitas o suficientemente accesibles para todas las sociedades del mundo”

El documento “Respuesta a la COVID” de la 73° Asamblea Mundial de la Salud en su punto número 4:

“HACE UN LLAMAMIENTO para que se otorgue prioridad a nivel mundial al acceso universal, oportuno y equitativo a todas las tecnologías y productos sanitarios esenciales de calidad, seguros, eficaces y asequibles, incluidos sus componentes y precursores, que sean necesarios para la respuesta a la pandemia deCOVID-19, así como a su distribución justa, y para que se eliminen urgentemente los obstáculos injus-tificados que dificulten dicho acceso y distribución, en consonancia con las disposiciones de los tratados internacionales pertinentes, en particular las disposiciones del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (Acuerdo sobre los ADPIC) y las flexibilidades reconocidas en la Declaración de Doha relativa al Acuerdo sobre los ADPIC y la Salud Pública;”

172 países miembros de la OMS forman parte del programa COVAX para compartir los resultados de las investigaciones y contar con el acceso a las vacunas. Y China, por su lado, ya ha declarado que sus vacunas serán de acceso universal y para ello ha propuesto un finaciamiento de 1.000 millones de dólares para que América Latina solvente el costo de la operación.

Pero no todos están de acuerdo con este modelo. Estados Unidos inició su proceso de retiro de la OMS en Julio y se resiste a continuar con el financiamiento de la organización, a la cual aportaba alrededor del 15% del presupuesto. Por su parte, lleva adelante el programa “Operation Warp Speed” (Operación Velocidad Warp – como en “Viaje a las estrellas”) el cual es una asociación público privada donde el Estado invierte en varios laboratorios que están desarrollando vacunas a cambio de tener acceso inmediato y prioritario. El problema que surge de este programa es la posibilidad que el peso de los 10.000 millones de dólares invertidos por los EEUU obligue a los laboratorios a destinar su producción a satisfacer el mercado norteamericano por sobre los otros países.

La pandemia parece abrir una ventana en la reconfiguración de las relaciones bilaterales y multilaterales entre las naciones. La necesidad de ponerle fin a la tragedia que generó el COVID-19 movilizó al mundo para construir estos canales posibles que generen un marco de certidumbre ante una crisis sin precedentes. La guerra contra ese enemigo invisible todavía está lejos de ser ganada, nos espera un largo trecho para llegar a ese lugar que algunos llaman la vuelta a la normalidad, y otros  la pospandemia y su nueva realidad. 

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