Reordenamiento geopolítico, tensiones políticas y sociales

Share

Por Federico Montero y Pablo Macia

A más de 50 días desde que Rusia iniciara su “operación especial” en Ucrania, tras ocho años de enfrentamientos en la zona del Donbass, continúa la escalada en sus consecuencias humanitarias. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (Acnudh) informó este jueves 14 de abril que ya son casi 2.000 los civiles muertos, mientras que los ucranianos que abandonaron el país en carácter de refugiados ya superan los 4,7 millones, según informó Acnur. El 90% de las personas refugiadas son mujeres y niños. En cuanto a los desplazados internos, es decir aquellas personas que debieron abandonar su hogar pero se mantuvieron dentro de Ucrania, llegan a 7,1 millones de personas.

Por su importancia y sus implicancias, el conflicto entre Rusia y Ucrania proyecta tres vectores que afectan de manera asimétrica el reacomodamiento estructural de la geopolítica global.

En primer lugar, la guerra en Ucrania afecta las cadenas de suministros impactando los precios de alimentos, energía y otros bienes. Los efectos ya se sienten y se propagarán a todo el planeta, según un nuevo informe de la Organización Mundial del Comercio (OMC), conocido este martes. Se espera que el volumen del comercio mundial de mercancías crezca sólo un 3% este año, por debajo del pronóstico anterior que fue del 4,7 %, y del 3,4 % en 2023, aunque estas cifras podrían revisarse dada la incertidumbre que rodea al conflicto.

El informe también señala que la guerra no es el único factor que pesa sobre el comercio mundial en estos momentos. Los confinamientos impuestos en China para impedir la propagación de la COVID-19 están perturbando de nuevo el comercio marítimo en un momento en que las presiones de la cadena de suministro parecían estar atenuándose. Esto podría dar lugar a una nueva escasez de insumos manufactureros y a una mayor inflación, afectando particularmente a América Latina. Las agencias y medios occidentales alineados con la matriz comunicacional organizada tras la invasión rusa a Ucrania han caracterizado a estos confinamientos como “un duro revés” que se asociaría a las crecientes dificultades políticas que tendría China bajo la conducción de Xi, potenciadas por su apoyo a Rusia.

En segundo lugar, el aumento de precios de energía y alimentos presiona sobre la base de la inflación preexistente en el mundo como resultado del rebote económico pospandemia, aumentando el malestar social y las matrices de desigualdad en el Sur Global pero también en el centro mismo de las potencias occidentales. El martes se conoció que la inflación anualizada en EEUU alcanzó en marzo su nivel más alto en cuatro décadas, ubicándose en 8,5%, representando un nuevo golpe a la popularidad del presidente Biden.

Por último, el conflicto con Ucrania ha manifestado la crisis del proyecto de inserción subordinada de la Unión Europea en la globalización liderada por EEUU. Esto se vió reflejado en las elecciones presidenciales de Francia, donde en un clima de apatía, abstencionismo y dispersión, pasaron a segunda vuelta el actual presidente Emmanuele Macron con apenas un 27,85% de los votos y Marine Le Pen con un 23,15%. A diferencia del 2017 en donde se enfrentaron ambos candidatos, ahora Macron como mandatario sufre el desgaste de la pandemia, una guerra y una crisis nacional, sobre todo en lo referente a la economía. Esta crisis busca ser canalizada por derecha por la candidata Marine Le Pen y por izquierda por Jean Luc Melenchon, que quedó afuera de la segunda vuelta por la absurda dispersión de votos de la izquierda y centro izquierda, representadas por las candidaturas del PS y del PC. Aunque Melenchon anunció que no debe ir “ni un voto” de su electorado a Le Pen, la candidata busca seducir al votante de izquierda con dos ejes. En primer lugar, con críticas a la política económica de Macron, y en segundo lugar, con críticas al alineamiento geopolítico, potenciando una posición compartida con el propio Melenchon sobre el rol de Francia en el plano internacional. “Hay que interrogarse sobre el papel de la OTAN después de la caída del Pacto de Varsovia. Por eso, después de la guerra en Ucrania, abogaré por una aproximación entre Rusia y la OTAN, que además le interesa a Estados Unidos”, dijo la candidata presidencial esta semana.

La inflación también potencia conflictos internos, como se evidencia en el caso de Perú con los paros de transportistas y agricultores ante el aumento internacional de combustibles, fertilizantes y alimentos que son trasladados a los precios de la canasta básica familiar. Los reclamos legítimos de trabajadores y sectores ciudadanos ante el alza del costo de vida son aprovechados por la oposición neoliberal en el país para desestabilizar al gobierno de Pedro Castillo, tanto desde un parlamento en el que no cuenta con mayoría propia como en las calles en las últimas semanas. Frente al constante desgaste de la oposición en un país en el que por su propia institucionalidad, el parlamento cuenta con la atribución de destituir al presidente – como pasó con Humala, Kuczynski y Vizcarra en los últimos años – el capital político de Castillo se jugará en la medida en que adopte medidas concretas para cumplir su programa de mejoras sociales para los sectores populares y la promesa de Reforma de la Constitución fujimorista de corte neoliberal que rige en el país desde 1993.

Otro caso de protestas populares frente al aumento inflacionario se dio, en Sri Lanka, donde luego de  tres días de manifestaciones masivas reclamando la renuncia del presidente Gotabaya Rajapaksa, se decretó la suspensión temporal de pagos al FMI a la búsqueda de una mejor negociación. La tasa de inflación ha alcanzado el 20% y la población tiene dificultades para adquirir los bienes más básicos, como alimentos y medicinas, además de sufrir prolongados cortes de electricidad. Así se suma a otros gobiernos del sur global que han suspendido sus pagos desde la pandemia, como Surinam, Belice, Zambia o Ecuador. Otros países en dificultades son Pakistán o Egipto, cuya calificaciones crediticias ya están siendo rebajadas por el riesgo de impago. Frente a estas dificultades van demostrándose como necesarias las propuestas de condonación o reducción de la deudas externas a países en desarrollo como las que impulsa el Papa Francisco I y otros organismos internacionales del sistema de naciones unidas entre los que se encuentran la OIT y la CEPAL para américa latina y el caribe.

Esta situación de crisis del proyecto de globalización puede significar también oportunidades para la integración regional y la autosuficiencia de los países, a partir de una tarea de la política que deberán llevar adelante los gobiernos de la región. Un caso auspicioso en ese sentido es el de los acuerdos que Argentina llevó adelante en materia de integración energética con Chile, Bolivia y Brasil, que permitirán el abastecimiento de gas durante el invierno, cuando crece la demanda en las zonas residenciales. Estas iniciativas de integración regional que planifiquen las demandas y necesidades de los pueblos sudamericanos para lograr una respuesta más efectiva también deben impulsarse en otras áreas como la complementación productiva y transferencia y cooperación tecnológica, entre otras áreas.

En el plano de la política diplomática, se van delineando dos núcleos claros sobre los que se reorganizan los bloques alrededor de la disputa estratégica de fondo, entre EEUU y China. Para ejemplificarlo, vale la pena analizar los cambios y continuidades en las sucesivas votaciones sobre las sanciones a Rusia en los foros multilaterales. Mientras que la mayor parte de los países en desarrollo, y en particular los cuatro países más grandes de latinoamérica (Brasil, México, Colombia y Argentina) votaron a favor de la resolución propuesta por México y Francia del 24/3 que exigía a Rusia el fin de las hostilidades, sólo dos de ellos (Colombia y Argentina) votaron la propuesta de EEUU de suspender a Rusia del Consejo de DDHH el 7 de abril. México y Brasil, acompañaron el giro de las potencias intermedias hacia la abstención, marcando una mayor independencia de criterio. En particular, el voto de la Argentina, que resultó de una intensa presión directa por parte de la las autoridades norteamericanas y canadienses al más alto nivel, fue cuestionado por diversos sectores internos, incluyendo referencias parlamentarias cercanas al presidente Alberto Fernández.

En materia de diplomacia parlamentaria, esta semana se realizó en Argentina la 12° conferencia anual de la EUROLAT (Asamblea Parlamentaria Europea Latinoamericana) en la que la presidenta del Senado, Cristina Fernández de Kirchner dio el mensaje de apertura.

El lema “Una recuperación económica, justa, inclusiva y en paz” significa que hay una recuperación económica pero la pandemia acentuó la desigualdad – afirmó Cristina Kirchner, y remarcó que las desigualdades son producto de decisiones políticas. Así llamó a generar una nueva ingeniería institucional en la que los estados puedan regular efectivamente a los factores del poder económico y financiero para el beneficio de los pueblos. Además, destacó la necesidad de superar el doble estándar de las potencias que están por arriba del derecho internacional, como las que tienen asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU en las que – salvo China – en algún momento han incumplido con las normas. En ese aspecto hizo clara mención al Reino Unido denunciando la ocupación de la Islas Malvinas y reclamo la soberanía argentina de las mismas.

La Asamblea contó con la presencia de más de cien parlamentarios de ambos continentes, que durante cuatro días debatieron problemáticas como medioambiente, multilateralismo, trata de personas, plataformas digitales, seguridad, narcotráfico, economía, blanqueo de dinero, salud, educación, derechos sexuales y reproductivos, y género.

Dentro de las conclusiones finales que se aprobaron en el pleno sobresalieron resoluciones sobre el impacto económico y sanitario de la pandemia de Coronavirus, la economía circular, la cooperación en materia de justicia penal y la promoción de la cooperación internacional y comercial entre las dos regiones. Estas líneas de trabajo – al igual que otras que surgen de organismos multilaterales de gobernanza – se enfrentan al desafío de poder convertirse en políticas concretas en los propios estados soberanos a los que pertenecen sus miembros, para transformar efectivamente la arquitectura institucional global.