Taiwán: historia, contexto y el vínculo con América Latina

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Por Ignacio Politzer

A raíz de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de los EEUU, Nancy Pelosi, en una zona que los medios hegemónicos “traducen” como Taiwán, estamos presenciando cómo se va germinando  un eventual conflicto. Son días de una época cada vez más ajetreada.

 La isla se llamó Formosa y fue colonizada por España,  después por los Países Bajos, posteriormente anexada por la China imperial y luego de una derrota militar en 1895, fue cedida a Japón a perpetuidad  hasta el inicio del Revolución Socialista China  (1949) liderada por Mao Tse Tung incluyó el territorio estratégico en la geografía del nuevo Estado, pero al haber sido un espacio japonés, fue Estados Unidos posteriormente al lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, quien ejerció su influencia para imponer un dominio en este territorio. Por eso, EE.UU apoyó a Chiang Kai-shek líder del partido nacionalista Kuomintang, quien había sido derrotado – en el espacio continental por el PC de Mao- y lo protegieron para mantener fuera del alcance chino a este punto estratégico. Recordemos que esta isla actúa como primera barrera natural (junto a Corea, Japón, Hong Kong y Filipinas) hacia China yendo  por el mar de las Filipinas o el Océano Pacífico. Es decir que también neutraliza la salida marítima de ese país.

Por ese entonces, o hacia y la fecha  una revolución comunista no era posible para Estados Unidos, por lo cual buscaron mantener el control en la zona a través de Corea del Sur en el norte, de Camboya, Vietnam en el sur y de las islas de Japón, Hong Kong, Filipinas y Taiwán en el mar. Con la caída del imperio japonés (1945) y la guerra de Corea (1953), movilizaron  vastos recursos militares con el fin de  modificar la correlación de fuerzas  establecida luego de la segunda guerra mundial. El partido Kuomintang se apropió de la isla denominada Taiwán y se autoproclamaron la verdadera República de China. Allí sellando un enfrentamiento   con la China continental que se proclamó  República Popular de China. Por su parte, Taiwán siendo apoyada por Estados Unidos buscó generar lazos con el resto del mundo y logró que distintos  países le otorgaran el reconocimiento como la China oficial. No obstante, esta situación entre las décadas de 1980 y 1990 comenzó a  transformarse cuando la China continental inició un proceso de  alto crecimiento sostenido y se fue convirtiendo en una potencia mundial. Con este crecimiento vino la política de “Una sola China” que pregona la unificación con este territorio que lo consideran propio, al igual que Hong Kong que fue devuelto por Inglaterra en 1997.

Para eso desarrolló y desarrolla una acción diplomática que ha dado  frutos a lo largo del tiempo, sobre todo en América Latina. Para negociar de Estado a Estado la República Popular solicita que no se reconozca a Taiwán como estado autónomo. Sin embargo, los estados que aún reconocen a Taiwán en América Latina son  Honduras, Guatemala, Paraguay, Haití, Bélice; las islas de San Cristóbal y Nieves, ?Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas. En los últimos años se produjo el cese de las relaciones de la isla con Panamá (2017), República Dominicana (2018) y Nicaragua (2021). De esta forma, se espera que Honduras también cambie el estatus próximamente y Paraguay modifique el vínculo iniciado por la simpatía por el anticomunismo de Chiang Kai-shek con el dictador Alfredo Stroessner.  La política de la China Popular para con nuestros países es de reconocimiento de los gobiernos latinoamericanos sean estos de cualquier signo político. Su expansión económica desde los años de 1980 fue el marco de vínculos que no les impidió romper relaciones con la dictadura de Pinochet en Chile, para poner un ejemplo. La fundamentación explícita fue   que las relaciones eran con los pueblos y no con los gobiernos. Argumento similar utilizado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, que no cortó vínculos con las dictaduras de  la década de 1970 en nuestra región.

La etapa actual de conformación de un nuevo orden mundial en donde Rusia y China son protagonistas está haciendo virar aquella política exterior para acercarse a la defensa de los gobiernos democráticos tal  como vimos en el no reconocimiento del gobierno surgido por el efímero golpe de Estado a Hugo Chávez en 2002 ni tampoco al gobierno del golpe en Bolivia en 2019, ambos países claves en la producción de energía. Por lo tanto,  pese a la provocación norteamericana, los países de América Latina no acompañarán masivamente esa política. La misma es  inconveniente a los intereses económicos y sociales, a la vez,    que el reclamo de soberanía vigente de un país que fue colonia en otro momento y aún no ha podido recuperar el control de esa parte de su territorio legítimo es algo muy conocido en nuestra región. Sobran los ejemplos de estas situaciones en América Latina, pero recordemos a las Islas Malvinas en posesión de la Corona británica y la OTAN.

La República Popular China tiene vínculos con el gobierno en Taiwán y busca que la reunificación sea una cuestión nacional, algo que para los EEUU se trata de un problema estratégico y que tratarán de impedir como puedan.

En el medio de la guerra entre Rusia y Ucrania, aparece esta situación sobre un reclamo histórico y por supuesto los medios de comunicación hegemónicos en los países de América Latina no hablan de la República de China enfrentada a la República Popular, sino que simplemente hablan de Taiwán, que pareciera una pobre isla de 23 millones de habitantes que no produce los semiconductores que se utilizan en la industria electrónica norteamericana sino ositos de peluche y que estaría siendo acechada por el gigante Comunista.